Hace poco más de un año que el nombre del ex obispo de La Serena (1990-1997) Francisco José Cox (85 años) se hizo conocido. Una y otra vez en medios locales y también nacionales, debido a sus acusaciones en su contra por abuso sexual a menores. Por eso su regreso desde Alemania, de la ciudad de Vallendar, donde se encuentra el Santuario Schoenstatt.
Y el Papa Francisco, entonces, lo expulsó del sacerdocio. Luego volvió al país tras 17 años, y el 20 de febrero de este año el Juzgado de Garantía de La Serena determinó que el antiguo sistema judicial, a cargo del ministro de fuero Christian Le-Cerf Raby, finalmente será el encargado de indagar las acusaciones de abuso sexual que pesan en su contra.
Desde su regreso que Cox reside en una casa particular en las afueras de Santiago y se encuentra bajo el cuidado de un matrimonio a cargo de prestar las atenciones necesarias que requiera su enfermedad. En ese lugar se ha visto con su abogado Cristián Urquieta en no más de tres ocasiones.
«La primera conversación que tuvimos fue muy breve, porque teníamos que estudiar los antecedentes como para tomar decisiones», sostuvo.
Y con el tiempo algunas conversaciones, asegura su defensor. «He podido conversar con él un par de veces, pero no entiende la situación en la que está. Tengo la sensación, aunque es una apreciación de un neófito, que mi defendido no entiende la magnitud de la situación. Y eso es un tema complicado, ya que es difícil poder entablar diálogos con mayores antecedentes, por lo que se ha hecho un poco dificultoso».
Y agrega: «Lo que pasa es que pierde la memoria totalmente, tiene algunas complicaciones médicas que prefiero no señalarlas, pero es producto de la edad y otras biológicas, entonces como te digo, es complicado poder estructurar antecedentes con él», cuenta Urquieta.
E insiste en que este caso ha sido uno de los más complejos, principalmente por la salud del cuestionado exobispo. «De verdad que así es difícil poder estructurar una defensa, cuando no tengo un correlato de los antecedentes, por lo tanto cuando la defensa no puede contar con los informes, se ve afectada la calidad de la misma, pues el propio imputado no recuerda los hechos, y tampoco su relato tiene un desarrollo que es el de una persona con sus propias capacidades, así que ha sido complicado en ese sentido».
«Me imagino que en algún momento lo irán a llamar, pero la investigación tiene un carácter de reservado, secreto, así que no hemos tenido antecedentes en ese sentido y desconozco si será en Santiago o en La Serena».
Respecto a la demora del juicio y a la queja de sus víctimas por lo poco que se ha avanzado, manifestó que «efectivamente es un poco más lento que el sistema de la reforma y de hecho es uno de los motivos por los que se reformó. No obstante, no sabemos cómo va a venir la situación, aunque todo dependerá de los antecedentes materiales de la causa, y bien podría demorar un par de años».
Pese a que defender a Cox tiene una connotación diferente, por ser el sacerdote con más alto rango en la curia chilena en ser acusado de abuso sexual a menores, Urquieta sostiene que «he defendido casos de bastante connotación, tanto o más que este, así que para mí todos los clientes, cualquiera que sea la causa de la que se trate, son de la máxima importancia. Por lo tanto, no lo miro desde ese sentido con alguna diferencia, dado que siempre todos los clientes merecen una preocupación total, absoluta e integral de sus derechos, y como he estado involucrado en otras causas de connotación nacional, la verdad es que no es tema».
Es un criminal
Para Edison Gallardo esta situación «es decepcionante», y no entiende cómo la iglesia todavía sigue defendiendo «a un criminal».
Manifestó que «las declaraciones del abogado están dentro de sus competencias como defensor, que es victimizar al victimario. Tiene derecho a la defensa, derecho a utilizar cualquier tipo de justificación que convierta a Cox en una víctima del sistema, en este sentido por la edad. Pero los delitos están, existieron, y es muy conveniente que no recuerde a esta edad, cuando no solamente la ley lo ampara, sino también la misma iglesia, que hasta el día de hoy nadie sabe dónde está escondido».
Sin embargo, dijo molesto, que «no debemos permitir que se sigan vulnerando los derechos de las víctimas en el sentido de que no ha sido capaz, ni siquiera por parte de su defensa, de ser condescendiente con las víctimas en decir que acá hubo delito. Cox es un criminal, y que siga viviendo a expensa de comodidades que no le corresponden, de verdad que es un poco decepcionante. Y más todavía la actitud de la iglesia, a pesar de que hace poco firmó acuerdos para los esclarecimientos de abusos sexuales, pero con la otra mano sigue escondiendo a uno de los suyos…».
La misma opinión entregaron desde la Agrupación de Laicos Juan XXIII, donde su vocero Felipe Barraza manifestó que «el proceso de Cox, que siga con tanto silencio, nos preocupa por el hecho de que hoy no sabemos nada del principal delincuente y abusador sexual. Hemos leído entrevistas en donde dicen quienes lo rodean que no se encuentra bien, pero nosotros como agrupación no creemos dichas versiones, puesto que ellos desde un comienzo, incluso antes de que llegará desde Alemania, han mantenido la misma versión, de que no recuerda, que está en malas condiciones de salud, pero eso siempre lo han hecho para encubrir a este delincuente», afirman tajantemente.