Más de 300 plantas fueron sembradas en un sector baldío del barrio en que Edward Olivares vivía con sus padres. Madre agradece gesto y espera el inicio del juicio oral, programado para el 20 de agosto. Su hijo perdió la vida cuando se dirigía a su colegio en noviembre de 2022.
Son cerca de 300 plantas para hermosear el lugar, hasta hace poco un sector casi desértico. Desde el sábado, maquillado por sus propios vecinos, quienes también le rindieron un homenaje a Edward Olivares (22), joven atropellado en noviembre de 2022 cuando se dirigía a su colegio, el San Martín de Porres de Las Compañías.
Fue una ceremonia emotiva para su madre, Carolina Palacios, quien agradeció el gesto, «pues en ese sector todos lo conocían, y como lo siguen recordando, qué mejor que una plaza lleve su nombre para que los niños sigan su ejemplo. Fue una iniciativa de los vecinos del sector», cuenta emocionada, aunque con la incertidumbre de saber qué pasara el 20 de agosto, cuando en el TOP de La Serena inicie el juicio oral por la muerte de su hijo.
La plaza de Los Colores, en la Villa El Jardín, en la intersección de calles el Jardín y Andrés Sabella, llevará su nombre, «para que su legado fortalezca la unión y el amor…», reza parte del escrito.
Hace un tiempo se realizó una actividad con Cachantún, que promocionó el tema de la plaza, lo mismo con la Fundación Mi Parque, «y luego ganamos el proyecto y se decidió ponerle el nombre de mi hijo, así que feliz», cuenta.
«Le tocó a él»
El siniestro donde perdió la vida Edward, ocurrió el 11 de noviembre de 2022. Esa mañana hizo el mismo recorrido de toda su vida, cruzando por un paso habilitado peatonal, donde cruzan cientos de niños, «pero el vehículo iba a exceso de velocidad y lo impactó», recuerda.
Desde entonces la espera para este proceso. Con marchas por las calles de La Serena, precisamente para visibilizar su caso, «y que nadie olvide lo que sucedió».
Si bien hoy existe una fecha, Carolina esperaba que fuera mucho antes, «ya que la preparación de juicio oral fue en enero y antes postergada como cinco veces. Ese día, además, la mujer que lo atropelló estuvo vía remota… Pero al menos ya tenemos una fecha, que es lo que importa».
Aunque sabe que tiene el apoyo de muchos, teme que la causa finalmente quede en nada, toda vez que la conductora del vehículo «no ha tenido nunca una medida cautelar, ya que ese día que atropelló a mi hijo se fue a constatar lesiones y después para su casa, y nunca tampoco le retuvieron el vehículo y la licencia de conducir. Esta mujer siguió haciendo su vida de manera normal y esa es mi angustia y mi pena».
En términos judiciales, la acusación se hace por un delito de cuasidelito de homicidio, pero el lamento de Carolina y su familia es que la persona que lo atropelló, «sigue en libertad, incluso manejando, y nunca nadie me entregó una explicación del por qué nunca se hizo nada. Esa es la rabia que siento, porque en cualquier accidente, lo primero que le quitan a la persona involucrada es la licencia de conducir, y por qué ella siguió manejando. Incluso tengo entendido que dos semanas antes del inicio de juicio de preparación se casó y después alegó que no podía presentarse por tener problemas psicológicos».
Carolina dice vivir con el recuerdo del empuje que tenía su hijo. Esa es la triste realidad, cuenta emocionada, pero con voz fuerte. Pero también con una sensación de impotencia y rabia, «ya que si hubiese sido un accidente, uno pide disculpas, se acerca como sea a la familia y lo habla, pero ella nunca lo ha hecho…».
Formula que poco tiempo después de lo ocurrido, «un fiscal me dijo que ella nunca quedaría detenida. Pero por último que no maneje nunca más, pues puede seguir causándole daños a otras personas», reclama.
Los abogados piden la pena máxima de tres años y un día, «pero todos me dicen que difícilmente podamos llegar a ese castigo. Si una persona va por una calle donde hay un colegio, el automóvil debe ir a una velocidad mínima, ¿cierto? Pero en este caso atropella y mata a una persona, por lo que a mi juicio existe una intención de matar. Mi hijo no cruzó en un lugar que no debía, sino que en un paso peatonal, en el que cruzan cientos de niños. Pero le tocó a él…».