Feria de las pulgas de La Serena sigue creciendo sin tener permisos

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Locatarios con permiso aseguran que desde el fin de la pandemia han sido abandonados, lo que ha dado rienda suelta a los coleros.

La feria de las pulgas de La Serena, que hace años se instala rodeando el Parque Pedro de Valdivia, se ha extendido por diferentes sectores generando una postal que ya es costumbre para la ciudadanía, con puestos desde la pasarela del Líder Puerta del Mar, hasta las calles Pedro Pablo, Cirujano Videla, Almagro y Colón.
El grupo, que partió con pocos locatarios, hoy es uno de los focos de comercio ilegal más grandes de la ciudad, el que, según cuentan los mismos feriantes con permiso, no tiene ningún tipo de fiscalización.

Inicio y punto de inflexión

Carmen Palma, presidenta de la agrupación Alegre Esperanza, conformada por un grupo de feriantes regularizados desde 2006, cuenta que «antes estábamos donde ahora está el Easy y después en la Plaza de Abasto. Al final, llegamos acá siendo menos de 300 personas».
En los primeros años la feria se extendía desde la puerta lateral del Parque Pedro de Valdivia, muy cerca del paso de nivel del puente Fiscal, cruzando Pedro Pablo y avanzando media cuadra de calle Cirujano Videla hasta el edificio del MOP.
Tiempos en que la fiscalización se realizaba sagradamente, reconoce Julián Rojas, tesorero del Sindicato La Familia, uno más de los siete grupos conformados por feriantes con permiso.
«Al principio nos fiscalizaba todos los fines de semana, puesto por puesto, y si no tenías el permiso te podían sacar una infracción o sencillamente tenías que retirarte del puesto».
Fue hasta la pandemia que la feria funcionó dentro de los márgenes mencionados. Con el retorno a la «normalidad» se generaría un cambio, guiado por el desempleo y las inversiones del retiro del 10% de las AFP.
«Después de la pandemia, cuando ya empezó a retornar de nuevo todo el movimiento, quedó la escoba», argumenta Decsika Videla, presidenta de la agrupación Esperanza y Futuro, una más de las siete permitidas.

Llegada de los coleros

Julián Rojas asegura que los retiros de las AFP generaron mucha inversión en mercadería, y con eso la búsqueda de dónde vender, «La gente se quedó con mucha mercadería y yo pienso que eso los ha incitado a venir a trabajar acá esporádicamente».
Situación que, según Videla, no tuvo el control esperado por parte del municipio. «Nosotros fuimos a pedir que vinieran los inspectores, porque en realidad había mucho comercio ilegal, gente sin permiso, que hacía alboroto, gente que venía a tomar, a fumar y era algo que nosotros como agrupación o sindicato no queríamos».

¿Qué dice el municipio?

Por el contrario, desde el municipio aseguran que se han mantenido las fiscalizaciones constantes.
«Nuestra labor en todas las ferias es permanente, retirando el comercio ambulante y fiscalizando cualquier anormalidad que se presente, tanto por parte de locatarios como vecinos que las visitan», asegura Patricio Ortiz, jefe de inspección municipal.
Del mismo modo, Gonzalo Arceu, director de seguridad ciudadana de La Serena, menciona el control a la venta de productos no regulados. «Se han realizado también algunos decomisos a algunas personas en venta ilegal, de productos como medicamentos y otros».
En cuanto a los coleros, Arceu agrega que las medidas tomadas van dirigidas a la identificación y gestión de los mismos. «Se está trabajando con ellos para su primera formación como sindicato, para así generar un padrón y coordinar acciones en conjunto con ellos».

Un falso equilibrio

Aún sin tener permiso, si los recién llegado demuestran tener intenciones de trabajar de buena manera, son aceptados.
«Los coleros que vienen se rigen por nuestras normas: no tomar en el puesto, no consumir estupefacientes y tener buen trato con las personas. Si cumplen, los dejamos en lista de espera para cuando se libera un puesto», explica Rojas.
Otros, como Decsika, toman deliberación según cada persona que llega. «En la agrupación compuesta de ocho puestos, solo tres son formales, pues a los otros les llamamos volantines, que van repartiéndose los que no se ocupan».

Ramificaciones de la feria

Lo mencionado se cumple mayoritariamente en la columna principal de la feria, lo que difiere con la situación de la calle Pedro Pablo y sus derivados, o el sector de la tierra.
En este último también hay organizaciones; una de ellas es la Arcoíris, presidida por Lissette Millar, quien precisa que, si bien no tienen permiso, al trabajar desde antes de la pandemia han logrado ser autorizados para ubicar a los casi 30 miembros en el sector de la tierra, junto a las vías del tren.
«Teníamos un permiso que venció, lo quisimos renovar, pero no daban más. Un día nos citaron a reunión y nos dijeron que, si no teníamos problemas internos, podíamos trabajar tranquilos acá».
Lissette admite que son un grupo muy unido, que se apoya constantemente en el trabajo, y que, al igual que en el caso de la feria principal, cuentan con sus reglas, las que respetan los miembros y algunos coleros que logran encontrar espacio en su sector.
Aun así, asegura que desde los feriantes con permiso no hay mucha aceptación, aun cuando ellos mismos buscan en los puestos de la tierra productos para revender.
«Ellos nunca nos han querido y no lo entendemos. Si ellos mismos vienen acá, compran algo a 3 mil pesos y allá adentro venden más caro…».
Entre los locatarios antiguos hay un descontento generalizado con quienes no pagan permiso, por ser una competencia desleal y generar un foco de peligro vial. Por otro lado, Carmen Palma dice que al extender tanto la feria, se han visto afectadas las ganancias, que ya han bajado desde la pandemia.
«Nos perjudican, porque nosotros pagamos permiso mes a mes. Muchos acá pagan fletes y ya después de la pandemia esto se puso súper mal, por cuanto bajaron mucho las ventas. ¿Sabe? Antes la gente compraba cuando pasaba de vuelta, pero ahora es tan larga que pasan una sola vez y se van…».

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