Comerciantes del histórico local de calle O’Higgins, en La Serena, aseguran que están al límite y haciendo hasta lo imposible por seguir subsistiendo.
Cuatro años pasaron desde que el icónico persa Las Cenizas, ubicado en calle O’Higgins, en el centro de La Serena, sufriera un incendio que devastó la parte central de las instalaciones. Afortunadamente, con el apoyo de diversas autoridades, los comerciantes lograron conservar su puesto de trabajo, aunque lamentablemente en la actualidad se han visto amenazados por bajas ventas e interés del público.
En el pasado, el edificio era un terminal de buses y la feria se ubicaba en otro sector, que se quemó. Entonces a los trabajadores se les dio la posibilidad de cambiarse al ex terminal, bautizado como Las Cenizas, en honor a la perseverancia de los comerciantes que no se rindieron ante el siniestro.
Los locatarios hoy no cuentan con una organización formal, pero sí tienen dos encargados de confianza que se ocupan de la seguridad y las cuentas, las que deben pagar en conjunto.
Con 22 años trabajando en el persa, Danilo Montiel cuenta que desde el incendio ocurrido en 2020 no se ha logrado recuperar el sector central de la feria por los altos costos que significa la reconstrucción.
Opina que arrastran problemas desde hace varios años, puntualmente desde el estallido y la posterior pandemia, y que no han logrado reponerse, lo que se suma a que deben cerrar temprano y la poca circulación de personas por el lugar.
Persa a la deriva
Azar es la palabra que usa para referirse al estado de las ventas durante los últimos tres años, y que las cosas ya no son como antes, especialmente en fechas como septiembre, diciembre y marzo, en época escolar, por cuanto ya que no reportan las mismas ganancias a las que estaban acostumbrados.
«Uno se preparaba para estas fechas, pero hoy no se ve movimiento como antes. En esta fecha había que prepararse para atender a mucha gente, mientras que ahora es todo cuestión de suerte», aclara con nostalgia.
Misma sensación que replica Ivonne Montiel, que lleva 30 años trabajando como comerciante, y que mientras espera vender algún producto, reconoce que «uno piensa que esto va a despegar para las fechas importantes, pero lamentablemente no es así. Por ejemplo, septiembre estuvo horrible, cuando uno espera esas fechas para al menos recuperar lo invertido».
Explica, al igual que la mayoría de los locatarios, que si sobreviven es gracias a la clientela fiel que forjaron en el trayecto, «ya que todo depende de cómo tratas a las personas, por cuanto el trato con el público es lo que me salva. ¿Sabe? Si no fuera por eso estaríamos todos contra las cuerdas».
Sin embargo, duda seriamente si es que tendrán la capacidad de llegar a marzo y acusa un evidente abandono por parte de los políticos. Agregó que «no hemos recibido ninguna ayuda y antes por lo menos venían los concejales a ver en qué podían colaborar».
Cuenta que para el siniestro los ayudaron harto, pero después de eso quedaron todos en la cuerda floja, «y esperando que esto fuera creciendo para poder despegar. Pero después del estallido social y la pandemia, se generó una acumulación de deudas, que se te están juntando con la actual».