El martes pasado se realizó el seminario “Reforma laboral: Postergando los desafíos del mundo del trabajo”, organizado por la Cámara Chilena de la Construcción de La Serena y la Corporación de Capacitación de la Construcción. Su expositor principal fue Bruno Baranda, ex ministro de Desarrollo Social y ex subsecretario del Trabajo de la pasada administración de Sebastián Piñera; actual presidente de la Unión Social de Empresarios y de la ONG La Voz, entre otros cargos a su haber.
Baranda labora actualmente en el rubro de la consultoría sobre temas laborales y de gestión comunitaria, en donde buscar mostrar que la inversión privada y el desarrollo económico son parte del bienestar social y no un opuesto a éste. “Demostrar que es conciliable y permitir el desarrollo de la inversión, por el impacto social que tiene y la capacidad de generar empleo”, puntualiza.
-¿Está “pasado el tejo” en el proyecto de ley de reforma laboral, con respecto a referentes como los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) y las disposiciones de la Organización Internacional del Trabajo (OIT)?
Para una respuesta precisa y rigurosa, uno puede analizar la propuesta desde distintos aspectos. Primero, en cuanto a reforma propiamente tal y preguntarnos si es sistémica, coherente, que tiene balances y contrapesos suficientes. Un mínimo examen lleva a la conclusión que carece de balance y padece de incoherencia en algunos aspectos muy relevantes.
El segundo test puede ser a propósito de los países que se han usado como referentes. Ahí te topas con que países como Alemania, Finlandia, establecen que las huelgas deben ser pacíficas, consagran sanciones para la violencia; en la mayoría de los países que integran la OCDE, la extensión de beneficios es automática; se consideran reemplazos; en muchos países hay negociaciones colectivas con trabajadores no sindicalizados.
-Se dice que esta reforma es también ineficaz. ¿Por qué, por el momento económico actual solamente?
No, no creo que la reforma sea mala por la oportunidad. Creo que, por su contenido, no responde a la necesidad. Por una parte, deja de atender requerimientos muy importantes en el mundo del trabajo: participación efectiva en utilidades, mejorar índices de productividad, capacitación y formación en el empleo, regulación del trabajo en tiempos de crisis.
La incoherencia, la falta de sistematicidad en las regulaciones que establece, le va a jugar una mala pasada. Por una parte, se establecen quórum mínimos de representatividad, que hoy día están en 30% y van a ser sobre el 50%, para que los sindicatos puedan negociar adaptabilidad o flexibilidad; pero paradojalmente, no se exige ningún grado de representatividad cuando el mismo proyecto le entrega el monopolio de la negociación colectiva a los sindicatos. ¿Por qué no se usa el mismo criterio?
El proyecto establece que con la sola afiliación sindical, a los trabajadores que no hayan negociado colectivamente en su momento se les van a extender los beneficios, sin consentimiento del empleador. Pero por otra parte, se le prohíbe al empleador extender unilateralmente los beneficios.
-¿Hay precedentes de legislaciones así?
En el extremo y sin los contrapesos de esta legislación, yo no conozco. De hecho, otro desbalance importante es que, por una parte, se dice que se quiere empoderar a los trabajadores, pero por otro se les quita el derecho a censurar a la directiva sindical, eliminando el artículo 379 del Código del Trabajo, ni siquiera el 90% de los trabajadores va a poder hacerlo.
Finalmente, lo que hay no es un empoderamiento del trabajador, sino del directorio del sindicato.