Son muchas las historias que han dejado el terremoto y maremoto, entre ellas la realidad de cientos de emprendedores, grandes y pequeños, que perdieron lo que tanto les costó levantar y ahora quieren, más que cualquier otra cosa, retornar al trabajo cuanto antes.
Jacqueline Campusano es dirigente del Sindicato Los Delfines, uno de los tres gremios de comerciantes del Terminal Pesquero. Diariamente, ella y sus compañeros acuden a los restos de sus puestos de venta, hasta hace poco visitados por miles, semana a semana, y que desde la noche del 16 de septiembre parecen haber sido arrancados por una explosión. Han limpiado afanosamente el lugar y preparan almuerzo para todos, mientras aguardan una respuesta a su mayor interrogante en el momento actual: saber en dónde podrán instalarse para volver a laborar en lo suyo.
Tan sólo en esa sección del complejo trabajaban 45 locatarios, cada uno de los cuales empleaba de cuatro a cinco personas. Todos ellos y sus respectivas familias esperan un pronunciamiento de las autoridades.
“Estamos esperando alguna solución, porque mientras no nos digan si podemos seguir acá, no podemos hacer nada. Si las autoridades dicen que no podemos seguir acá, tienen que darnos un lugar en dónde trabajar. Que nos digan si vamos a quedar acá, para tirar para arriba de nuevo, empezar de cero, porque perdimos todo”, afirma.
Explica que para ellos lo más práctico sería quedarse donde mismo, rehabilitando los destruidos puestos de atención, cobijados por una carpa o estructura que los cobije provisoriamente. “Eso es lo que queremos lo más luego posible, una carpa o galpón grande. Es lo que más nos urge, después arreglamos nosotros mismos”, dice.