Oriundo de Chillán y con veinticinco años en la institución, el Coronel de Gendarmería, Francisco Alarcón Aravena conversa con Diario La Región respecto a su trayectoria en Coquimbo, su visión respecto a la realidad actual y su particular forma de ver el trabajo de reinserción de los internos.
Padre de tres hijos y con dos años en la región, recuerda el terremoto y posterior tsunami de 2015…
-¿Qué tal ha sido su experiencia en la región?
Yo llevo veinticinco años en la institución y poder trabajar acá ha sido una experiencia muy positiva.
-¿Alguna complejidad en particular?
Lo primero fue el terremoto del 2015 (comenta sonriendo) que nos pilló – como toda desgracia – sin avisar. Gracias a Dios las unidades resistieron bien gracias a la coordinación y por todo el trabajo previo que se hace de infraestructura de las unidades penales, que se adelantan un poco a lo que puede provocarse ante un desastre natural. Los sistemas de seguridad funcionaron, los planes de acción que se tenían también. Existieron algunos problemas pero de todo sacamos dividendos favorables. No hubo desgracias que lamentar.
– El personal, en estos casos, ¿es el suficiente?
En todo Chile no está el personal óptimo que uno quisiera para poder cumplir nuestra labor, pero el que hay es bastante comprometido. Obviamente la mayor cantidad de personal está en el complejo por la cantidad y calidad de población penal; no obstante Gendarmería está preocupado de eso sacando generaciones nuevas todos los años. No es la cantidad que necesitamos pero siempre se está atacando las áreas más deficitarias en cuanto a personal. Hay personal que se va, que tiene licencias médicas, etc, como en todos lados; el tema es que en nuestra institución se resiente más debido a que eso es dejar a otro funcionario trabajando pero hemos salvado bien el tema. El ideal no está, pero sí el suficiente personal que nos permite desarrollar nuestras funciones de buena forma.
¿Hay alguna razón por la que no exista tanto interés por entrar a las filas de Gendarmería?
Interés hay, lo que pasa es que también debemos hacer una selección. Hay una responsabilidad social en tanto hay que elegir al personal adecuado, así evitamos la deserción. Por ello hay que ser riguroso.
Huachalalume es en donde más población penal existe. ¿Cuántas personas se encuentran actualmente ahí?
Tenemos 1.792 internos, y en la región son 2.125 que se distribuyen en La Serena, Ovalle e Illapel; Combarbalá tiene una unidad pequeña con trece internos. La clasificación de los internos de los lugares más pequeños tiene que ver por sus características delictuales.
¿Entonces cuál sería el perfil de los que se encuentran en Huachalalume?
Hay de todo, de baja, mediana y alto compromiso delictual.
¿Y existe hacinamiento?
No, no hay hacinamiento por la cantidad de internos y las plazas que hay. En este momento la capacidad de internos en el complejo penitenciario es de 2.317 y tenemos un poco más de 1.700. Se habla también a veces de sobrepoblación, lo que es muy distinto al hacinamiento ya que sobrepoblación es pasarse en un par de personas del ideal de la unidad y lo otro ya es vivir muchas más personas de las que pueden en ciertos metros cuadrados.
De ellos, ¿hay algún indicador de cuántos están condenados por penas altas?
Hay, sí, con condenas altas y perpetuidad según la ley anterior. La reforma procesal penal vino a cambiar mucha normativa.
¿Y con quiénes están enfermos? ¿cómo lo hacen?
En todas las unidades penales existe una enfermería básica. Las unidades más grandes tienen hospital penitenciario, de urgencia y lo más grave se lleva al exterior. Cuando hay heridos, por ejemplo, se toman acciones con los Samus y dentro de los recintos se toman las medidas necesarias para luego llevarlos al exterior. Pero sí tenemos convenios con la red de salud por el tema de los internos. Si se llevan al exterior van con custodia, sobre todo en caso de temas más complejos.
¿Y en caso de enfermedades crónicas o monitoreos?
Dentro del mismo recinto. Ahora si se complica o demás salen al exterior.