Matías Véliz (25) practica judo desde los 9 años. Un día, cuenta, sus primos lo invitaron a unos entrenamientos y él, fascinado, no dudó en acompañarlos. Tanto le gustó, que al día siguiente «me integré al judo y así comenzó todo…», dice este joven estudiante de cuarto año de ingeniería mecánica en la Universidad de La Serena, garzón de una tienda de comida en el Mall y padre de una hija de tres años y cinco meses.
Desde el momento en que acompañó a sus primos, Matías no ha dejado de practicar el judo, disciplina que lo ha llevado a competir por todo el país y también en el extranjero, en Argentina y Perú, representando a la región en los Judejut y en otros certámenes, a la ULS, donde entrena en su rama de judo.
«Durante el año se realizan varias competencias tanto a nivel zonal, regional y nacional. Los torneos regionales se hacen en La Serena, Ovalle, Coquimbo, Vicuña y en los nacionales participan todos los clubes y en la final nacional fue que logré el tercer lugar. Durante el año se realizan tres campeonatos nacionales, el primero fue en la ciudad de Valdivia, el segundo Antofagasta y el último, hace poco en Paihuano, donde conseguí el tercer lugar. Es que a medida en que vas asistiendo a los torneos, también vas sumando puntos para el ranking nacional y a la final, van los mejores diez en cada categoría. Yo estoy en la categoría -81 kilos», señala.
En este momento, Matías se ubica en la sexta posición a nivel nacional, «pero como trabajo y estudio, igual tengo que costearme los pasajes para poder ir a competir a estos campeonatos, por lo que a veces uno no puede asistir. Por ejemplo, no pude ir a los torneos de Valdivia y Antofagasta, debido a que son zonas lejanas y para ir, muchas veces requieres una mejor situación económica. Pero, por ejemplo, fui al campeonato zonal, que se hizo en El Tabo, donde logré el primer lugar y también asistí al Nacional de Paihuano, obteniendo el tercer lugar».
Una vida de sacrificios…
Una vez que Matías se baja del tatami, ya sea con algún podio o sólo con el aplauso del rival y del público, se cierra el telón y viene la vuelta a la realidad, donde regresa a su día a día, a los entrenamientos, los sacrificios y a preparar otro campeonato, en donde hay semanas de dedicación y constancia. Pero también de estudios y trabajo. Y eso, afirma, no ha sido fácil.
«Estudio en la universidad y a la vez, trabajo como garzón en un local de comida, entonces tengo que compatibilizar mis estudios, mi trabajo y mi pasión por el judo, lo que muchas veces cuesta. Además, tengo una hija que es mi regalona, que me acompaña a los campeonatos, a entrenar, pero cuando puede», dice.
Pese a que no ha podido estar en todos los torneos, incluyendo los importantes del país, está conforme con los resultados obtenidos, «puesto que hay muchachos que pertenecen a la selección, entrenan todos los días y claro, no es excusa para no poder rendir, pero se nota la diferencia, aunque sea pequeña, dado que hay competidores que están dedicados solamente al entrenamiento y a la hora del combate, la verdad es que se nota. Pero el nivel, de todas formas, no es tan lejano en comparación con otros competidores. Ahora está a fines de octubre la final de la liga universitaria que se realizará en Santiago y ahí iré representando a la Universidad de La Serena, pero a finales de este año está la Copa Japón, también en Santiago, pero estamos viendo si podemos ir, pues el tema monetario es fundamental para este tipo de torneos, ya que los gatos tienes que hacerlos tú».
Al igual que muchos deportistas de este país, Matías ha tenido dificultad no sólo para poder entrenar, sino que también para conseguir un recinto.
«Antes teníamos un club, pero con el tiempo se dividió. Hoy soy seleccionado de la universidad y el profesor nos entrega los conocimientos respecto al judo, pero uno por fuera de igual forma debe entrenar; tiene que salir a correr, realizar ejercicios complementarios, porque no basta solamente con lo que uno entrena en la universidad, tres veces a la semana (lunes, miércoles y viernes), sino que para un torneo nacional, por ejemplo, se necesita mucho tiempo de entrenamiento, así que con lo poco que uno practica igual es meritorio estar peleando los primeros lugares. ¿Lugar para entrenar? No tenemos recinto y en el Cendyr hay un tatami, pero no lo prestan. He ido un par de veces a conseguirlo y me dicen que tengo que mandar una carta, que hay que esperar y todo eso. Entonces me preparo en la universidad, pero hace poco estuvo en paro y debí ingeniármelas para no quedar sin entrenamiento, así que me acerqué al coliseo donde existe un club y ahí pude practicar hasta que la universidad volvió a clases. Entreno hace muchos años y el judo le ha entregado medallas a la región, pero son súper apretados para facilitar el recinto».
Un club propio y formar judocas
Hoy, el sueño de Matías es claro: terminar sus estudios y, con el tiempo, formar su propio club y comenzar a formar judocas. Y para eso se mentaliza a diario.
«Pensando a futuro, lo primero es poder terminar la carrera, trabajar en lo que estudié y claro, con el tiempo me gustaría poder tener mi propio club, hacer clases en los colegios e ir formando judocas en la región, puesto que hoy en día existe muy poca formación infantil, principalmente. Es que para nosotros el judo más que un deporte, es un estilo de vida, debido a que uno siempre está entrenando, aprendiendo, enseñando, con objetivos bien claros».
Este lunes, seguramente Matías se levantará temprano para asistir a la universidad y luego, a sus entrenamientos. Al acabar, sacará de la mochila su camisa doblada a para ir a trabajar y después de su jornada laboral, a una nueva sesión de entrenamiento. Porque a la constancia que exige el entrenamiento para un deportista, hay que sumarle la parte económica, y para eso no queda más remedio que trabajar en otra cosa, porque acá, la verdad, la dedicación exclusiva en un deporte es casi imposible.