Antonio José Calfuñanco Vergara, ha sido «el» artista de la totora, arte que le ha permitido dictar clases, viajar a varios países, recibir distinciones, homenajes y, sin embargo, él sigue siendo el mismo artesano de siempre.
Se estableció en el sector de Peñuelas, cerca de la materia prima. Ahí, dice, se da una totora muy especial, que le permite tejer complejas figuras decorativas o utilitarias.
De ahí ha salido a ferias y exposiciones en distintos puntos de Chile y otros países que le invitan.
Es natural de Iquique, hijo de padre mapuche con una abuela machi. Hace años formó familia y construyó su hogar en Tierras Blancas. Estando en Argentina se produjo un incendio «a puerta cerrada», dice él; es decir, se quemó absolutamente todo, sus enseres, recuerdos, reportajes de numerosos diarios y revistas, fotografías… todo.
Sin mucha lamentación, levantó la cabeza y con apoyo de su grupo familiar, se volvió a armar. Siempre con la totora de aliada.
Antonio comenzó de muy joven a ganarse la vida tejiendo la totora. Rápidamente se perfeccionó y fue invitado a dictar cursos en Centros de Madres y otras instituciones. Recorrió pueblos, ayudó enseñándoles a los no videntes… Y así, viajó a Chile Chico, Santiago, Lampa, como también en las ferias de San Juan, La Rioja, Mendoza y Córdoba, en Argentina.
«Es que el arte no tiene fronteras ni clases sociales. El artista tiene que compartir y eso se te agradece. Por eso yo he hecho muchas amistades en muchos países y aunque me han invitado a quedarme, siempre vuelvo a Coquimbo. De acá son mi mujer y mis hijos y yo me siento bien acá. Además, la gente de la zona aprecia mi arte…».
De su futuro, dice que en lo económico no han andado bien porque después del incendio tuvo una inundación, ahora espera postular a algún programa que le permita tener capital para rearmar el taller.., y también dar empleo, porque conmigo siempre trabajan dos o tres más».
