Fue detenido de manera confusa en abril del año pasado por Carabineros, a quienes acusa de haberlo golpeado al interior del carro policial y la comisaría. Puso una denuncia en Fiscalía y hoy el proceso judicial se encuentra suspendido por la contingencia.
Fue el 27 de abril del año pasado cuando su vida, por momentos, se convirtió en una pesadilla. Fue detenido en el marco de una manifestación y en un confuso incidente junto a su pareja, también funcionaria de gendarmería de Huachalalume, en la Avenida Francisco de Aguirre casi esquina con calle Vicuña.
Desde entonces la vida de Fernando Quiroz (31) cambió. Sigue cumpliendo sus labores como gendarme, «y feliz», asegura, aunque también «me ha costado mucho dar vuelta la página, y hasta hoy estoy con tratamiento psicológico y medicamentos», cuenta.
Tiene una abogada particular que le recomendaron los Cascos Rojos, quienes cumplen la función de observadores de Derechos Humanos desde que comenzaron las manifestaciones en octubre del año 2019, «los que me han ayudado y orientando. Ellos me dieron el dato de una abogada, a quien le presentamos el caso y dijo que me iba a representar tanto en el juicio como imputado y también en la querella».
Pasadas las 19 horas de ese día, incluso nubuso, Fernando fue detenido en la Primera Comisaría de calle Colón con Cienfuegos, y dejado en libertad al día siguiente, en una situación confusa que seguramente terminará por aclararse en los tribunales, porque en Fiscalía interpuso una denuncia «por apremio ilegitimo, trato de vejatorio y tortura», en contra de Carabineros.
Sin embargo, debido a la contingencia, el juicio está en pausa hasta que se levante el estado de excepción, «y eso sería hasta el mes de marzo, más menos, si es que no continúa un tiempo más», agrega.
A meses de lo sucedido, Quiroz vuelve a repasar lo que a su juicio «nunca imaginé vivir».
Por consejos se contactó con un psicólogo, quien le detectó depresión y estrés post-traumático «debido a lo que me ocurrió después de la detención», donde recuerda que «me pegaron en el carro y dentro de la comisaría también…».
Pese a que el tiempo cura las heridas, dice el adagio popular, la pandemia ha demorado los procesos judiciales, reconoce Fernando que este conflicto le trajo consecuencias en un comienzo, «ya que me estaban pidiendo la baja involuntaria, que es la expulsión de la institución, mientras hubiera durado el sumario administrativo y con el tiempo ver si ameritaba el reintegro a la institución, pero todos sabemos que para volver a gendarmería o a cualquier institución, cuando uno es expulsado, en este caso por una forma que no corresponde, cuesta una infinidad, además que se pierde la antigüedad, se pierde el grado, el escalafón…».
No es con la institución
Fernando hoy sigue cumpliendo sus funciones, gracias, como él reconoce, a los Cascos Rojos, a Olga y Patricio, especialmente, quienes ayudaron a que desde Santiago «gente de Derechos Humanos tuviera una audiencia con el director nacional de Gendarmería, a quien le mostraron las pruebas y en la reunión sostuvo que no tomaría ninguna determinación hasta que verificara lo que arroje el sumario y si es que se ameritaba alguna sanción se me iba a aplicar, mientras tanto no iba a tomar ninguna carta en el asunto».
Viene de una familia de Carabineros, pues su abuelo, padre y un tío fueron funcionarios. Y hoy lo son su hermano, un primo y muchos amigos.
«Mi enemistad no es con la institución, sino con esos funcionarios, porque los valores que tenemos nosotros, mi hermano, primo, padre y amigos, que están en la institución, son apegados a los protocolos como corresponde, pues no hacen abuso de su poder y autoridad. Así que es con el dispositivo de ese día…».
Ser gendarme
«Un día desperté y dije: quiero ser gendarme. Tengo varios amigos gendarme y siempre me invitaban a que fuera uno de ellos, y un día conversando con mi padre me dijo que hoy Carabineros está perdiendo autoridad en las calles, es mucho el riesgo que se corre y es muy fácil salir perjudicado, así que por eso tomé la determinación de ser gendarme y no me arrepiento. Ya llevó dos años en Huachalalume y antes estuve también en el CDP de Ovalle».