El cantante de música ranchera, denominado el «Mariachi de la muerte», fue condenado en enero de 2006 a presidio perpetuo calificado por el asesinato de cuatro personas, hecho ocurrido la madrugada del 29 de enero de 2005 en el sector de Agua Amarilla, en San Pedro de Quiles, a unos 50 kilómetros al interior de la comuna

Algunos crímenes a lo largo de la historia, especialmente a comienzo del siglo XX, han sido recordados por la memoria colectiva en gran parte por la cobertura que de ellos han hecho los medios de comunicación de masas.

Pero una vez que se ha disipado el interés periodístico, los delitos más célebres son recordados por el derecho, por cuanto son parte de la jurisprudencia, pero ante todo cobran un valor anecdótico que los vuelve inmortales.

Uno de ellos, en la región de Coquimbo.

Ocurrió la madrugada del sábado 29 de enero de 2005, cuando Adán Milla Rojas (32) irrumpió en el hogar del matrimonio Gómez-Contreras en el sector de Agua Amarilla, en San Pedro de Quiles, a unos 50 kilómetros al interior de la comuna de Punitaqui, donde asesinó con un rifle calibre 22 -en primer lugar- a los dueños de casa, Ernesto Gómez (43) y Nora Contreras (47).

Luego, y ante el ruido, se levantó su expolola, Oriana Toro (18) a la que dio muerte con dos disparos y después la remató con 49 puñaladas, 18 de ellas en el rostro. Finalmente, las emprendió contra el pequeño José Maluenda, de 2 años, a quien asesinó asfixiándolo y golpeándolo contra la pared.

Tras los asesinatos, Milla Rojas, conocido por participar en distintos grupos de música ranchera, por eso su apodo: «el mariachi de la muerte», cerró la casa con llave y huyó rumbo a Santiago, donde pensó que nadie lo encontraría. Sin embargo, fue detenido tres días más tarde, cuando planeaba escapar hacia Copiapó.

«Fue muy fuerte…»

Aunque en aquella época era descrito como un hombre normal y de una personalidad tranquila, Rojas protagonizó uno de los crímenes más violentos de los que se tenga registro no solo en la región, sino también en el país.

Por entonces, Adriana Muñoz era diputada por el distrito 9 y recuerda aún cómo ese hecho conmocionó a la región y a cada habitante de la comuna y sus alrededores.

«Fue muy fuerte y eso nos movilizó a muchos, también al exalcalde Blas Araya, hasta que se logró encontrar al asesino. O sea, hubo una movilización también ciudadana, de mucha rabia, de mucho dolor, por cuanto se organizaron búsquedas en los sectores apartados de Punitaqui, porque esto ocurrió en el campo».

Ese caso justamente la llevó a presentar el primer proyecto de ley que se establece como delito el femicidio, «por cuanto fue uno de los femicidios más graves que hubo en esa época. Fue muy doloroso, pues como reitero, nos movilizó a todos y sobre todo a las autoridades de la época».

Dice tener buenos recuerdos del entonces alcalde Blas Araya, «ya que salió él mismo a recorrer los lugares a caballo, porque de verdad que eran lugares muy apartados donde se sospechaba que podía estar el asesino. Costó encontrarlo y todavía tengo en la memoria la movilización de la autoridad, el dolor de la comunidad, que era inexplicable. De verdad que no se entendía».

Lamenta la también exsenadora que 20 años después, sigan ocurriendo estos actos repudiables, especialmente los femicidios, «drama que aún tienen miles de mujeres en Chile y el mundo. Y como el tema de la seguridad, de la delincuencia y violencia están asociados a organizaciones que están operando en Chile y en todos los países, el asesinato de mujeres ha quedado como un poquito no tan cubierto en la profundidad en cuanto al dramatismo que tiene…».

Después de un juicio que duró cerca de un año, el denominado «Mariachi de la muerte» fue condenado a 40 años de presidio efectivo, por los delitos de cuatro homicidios calificados.
Cabe señalar que se trató de una de las penas más altas desde el inicio de la reforma procesal penal en el año 2000.

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