Para Luis y Cándida, este nuevo viaje desde la ciudad de Córdoba, Argentina, «representa todo un dolor». Hoy se cumple una década de la desaparición del joven durante una travesía en la localidad de Cochiguaz.
Desde el 6 de enero de 2013 no se supo más de Marco Roldán, pese a la investigación judicial y los rastrillajes realizados en la zona.
El joven, de entonces 29 años, desapareció cuando realizaba trekking en el Valle del Elqui, en el cerro La Cancana, en Cochiguaz. Junto a su amigo Mario Olivera y un turista francés, Frederic Deltour, iniciaron el ascenso. Olivera bajó pronto, pero Marco no bajó. La última persona que lo vio fue el francés, que descendió sin problemas.
Desde entonces la búsqueda incesante de Luis (71) y Cándida (70), sus padres. Para ellos, que cada cierto tiempo viajan desde Córdoba, Argentina, por alguna pista, es una angustia mezclada de esperanza y coraje.
«Hace diez años se nos destrozó la vida. Marco no sale de mi cabeza, está todo el tiempo dando vueltas, entonces me pregunto cómo puedo ayudar, qué puedo hacer, cómo encontrarlo, saber qué pasó…», cuenta Cándida con un afiche con la imagen de su hijo, que seguramente estará en varias partes de Cochiguaz, hasta donde se trasladarán en la jornada de hoy.
Viaje de dolor
Precisamente a diez años de que su hijo desapareciera misteriosamente durante una travesía a un cerro, la investigación se encuentra sin indicios, aunque, como asegura Luis, «tuvimos una reunión con el fiscal Adrián Vega, quien nos dijo que la causa sigue abierta, confirmó que hay diligencias en curso y que tiene que realizar indagaciones muy importantes prontamente, incluso nos avisará porque quiere que nosotros participemos, y eso nos mantiene ese aire de esperanza».
Para ambos el número diez simboliza la impunidad. Hoy no hay culpables, pero Luis no se resigna: «Este viaje para nosotros representa todo un dolor, son 1.550 kilómetros desde Córdoba y tantos años haciendo este viaje parece mentira llegar a estos diez años. La verdad es que sentimos mucho dolor, mucha angustia, pero esto nos entrega un aire y nos permite pensar que algún día, Dios quiera, podamos saber qué pasó con nuestro hijo».
Los días para estos padres transcurren entre el trabajo, su familia y la batalla contra la impunidad. Por eso para Cándida la meta es clara y no es otra que «llegar a la verdad, al menos saber qué pasó con Marco, porque de lo contrario es una situación torturante, es devastador no saber qué pasó, puesto que no sabemos si mi hijo está vivo, está muerto, en qué forma está…».
Admite que a Marco «no se lo pudo haber tragado la tierra», y que en un lugar tan pequeño como el pueblo de Cochiguaz «la gente se entera de todo, así que si hay gente que sabe qué pasó con Marco, por qué no tiene un poco de empatía y de coraje para decir lo que sabe y que a nosotros nos dicen, pero luego no lo declaran donde deben, que es en la Fiscalía. Y esas cosas también duelen».
En todo este tiempo de incesante búsqueda dicen que «nunca» se han sentido solos. Y que, claro, son momentos de emociones encontradas. Por un lado el acompañamiento de tanta gente. Por otro, tristeza.
«Creemos que la gente no habla por temor, porque hay gente que te dice que sabe quién pudo haberle hecho algo a Marco, y tristemente, por una fe en Dios y en la Virgen, siempre uno tiene que mantener la esperanza de que pueda estar con vida, pero también hay incertidumbre respecto a todo lo que ha ocurrido y que muestra que le pudo haber pasado algo. Sí, algo pasó y por eso sentimos mucho dolor, estamos condenados a esto y toda nuestra familia, dado que tenemos dos hijos más y todos siempre pendientes de qué más se puede hacer. Pero la gente no habla, pero sabe quién es el violento de Cochiguaz…».