Más allá del anuncio del alcalde Alí Manouchehri de suspender la edición de este año de la Pampilla por razones sanitarias, la idea de eliminar el glamour de la denominada fiesta más grande de Chile y volver a los tiempos de antes, pareciera ser la idea que se impuso en el debate que generó el rechazo al presupuesto para hacer el evento.
En las redes sociales del municipio, los comentarios de la gente son casi unánimes a favor de ir olvidando a los artistas internacionales, fuegos de artificio y toda la parafernalia de los últimos años, que se evidencian en gastos significativos y deudas. Lo cierto es que el jefe comunal se fue quedando solitario en su lucha para que el recinto público abra sus puertas para las festividades de septiembre próximo, y terminó bajándole la cortina por tercer año consecutivo.
«MEDIDA POSITIVA»
Cabizbajo se veía el ex futbolista en el video donde explicaba sus razones, casi resignado según el lenguaje no verbal de su rostro.
Pues se podría analizar como una derrota política la vivida durante las últimas horas para la administración Manouchehri, que se la jugó por completo para que la fiesta se autofinancie, de eso estaba absolutamente convencido. «La pandemia y los concejales» fueron los argumentos.
Paola Salas, seremi de salud, expuso a Manouchehri y otros alcaldes la cruda realidad de la pandemia en la región. En una reunión le señaló que desde el punto de vista sanitario estaríamos en el peor momento de la pandemia. Entonces perfilar una mega evento como ese no sería prudente, y si bien no se puede predecir lo que pase de aquí a tres meses, la señal sería evidente.
«El escenario epidemiológico que se evalúa es el actual, yo te puedo responder en base a lo que tenemos ahora, y este es un momento desafortunado, no óptimo para el manejo de la pandemia, sobre todo teniendo en cuenta la poca vacunación que hay en la conurbación (…) La decisión del alcalde es una determinación que protege la salud de la población y cualquier medida que venga a cuidar a la gente en esta pandemia, como autoridad sanitaria la vamos a catalogar como una medida positiva», dijo la seremi.
ALGO MÁS BARATO
Fue el grupo de concejales de la denominada Bancada de la Dignidad el que aparte de rechazar recursos del orden de los 888 millones de pesos, puso sobre la mesa la idea de presentar un nuevo plan de cara a los próximos 18 de septiembres. Algo «bueno, bonito y barato», decían a este medio.
Antes de la definición del alcalde de suspender definitivamente, Felipe Velázquez dijo que «bien La Pampilla se puede hacer con un poco más de 300 millones, pues el otro se lo llevaría el evento artístico. Dijo que lo conversaron como bloque y el objetivo sería priorizar a las familias coquimbanas, «a las que siempre acampan, y tenerles condiciones adecuadas, escenario con artistas locales o nacionales y con el comercio comunal».
A coro decían que igual se podría hacer una Pampilla con el comercio local, con la acampada familiar, con la gente de Coquimbo, y no «gente que venga de afuera». Incluso aseguraban que se podrían hacer dos shows de menor escala, contratando directamente a los artistas y no pasando por una productora.
«El coquimbano siente propia la Pampilla, porque fueron ellos mismos quienes trabajaron por ella, y la compraron para siempre para toda la comunidad, no para pasar sustos de embargos con esta crisis económica que tiene actualmente la municipalidad, sino que para valorarla y protegerla. No olvidar que se han ido perdiendo pedazos de terreno, por eso es importante declararla patrimonio inmaterial y material por los restos arqueológicos y paleontológicos que ahí existen», dice el profesor de Historia y Geografía Octavio Álvarez.
TRADICIÓN
La esencia de la Pampilla se ha ido perdiendo con el tiempo, asegura el destacado profesor ULS. El profesional es enfático en asegurar que la determinación de suspender la Pampilla para este año sería una gran oportunidad para volver a la real tradición que impulsaron hace años los integrantes del Club de Leones.
«Aunque me preocupa de todas maneras la determinación de suspender el evento, en el sentido que ese espacio es un sitio espontaneo de la comunidad para celebrar y encontrarse, lo que pasa es que luego comenzaron a privilegiar otros fines, por supuesto económicos, que fueron matando a la Pampilla», agrega el historiador.
Álvarez sostiene que este podría ser un momento de inflexión, con el afán de recuperar esa mística de ir hacer pampilla a ese recinto, y otros también. De la acción de ir a compartir en ataño. «Los libros de Rodolfo Marín dicen que había gente ya en 1910 instalada compartiendo en ese espacio, si esa siempre fue la tradición».
Fue en marzo de 1968 cuando el municipio de Coquimbo decide entregarle la organización de la fiesta de La Pampilla al Club de Leones, quienes durante 10 años trabajaron para juntar recursos y comprar el espacio que todos conocemos en la actualidad, todo a nombre del municipio. La obra de Don Lorenzo Iduya por esos años era que el recinto sea un bien material de cada coquimbano y coquimbana.
Hay muchos intereses económicos involucrados en esto de la Pampilla, porque cuando se compró el recinto de parte de la comunidad a través del Club de Leones, cada año había ganancias. No obstante después, cuando lo tomó el municipio, siempre daba perdidas, siendo que había muchas ganancias, entonces no cuadraba, se empezó a hacer prácticamente un negociado con la Pampilla, lo que hizo perder la esencia que cuentan los más viejos que uno», sentenció el profesor e investigador Octavio Álvarez.