A cuatro años de la muerte de la menor, este domingo se conocerá el veredicto para el autor del hecho, su entonces pololo. La familia denuncia femicidio, y para eso incluso recurrirán a la Corte Suprema: «No es algo que lo digamos nosotros, sino que las pruebas médicas lo dicen. Tenemos cómo avalar que fue un femicidio, que él la mató», dicen.
No hay día en que María no recuerde ese día. Está destrozada, «pero no voy a parar», afirma con convicción sentada en el living de su casa, lugar donde por última vez vio viva y risueña a su hija Daniela Reyes, de entonces 17 años.
A cuatro años de su muerte, apunta contra la Justicia y reclama que se enjuicie lo que ocurrió con perspectiva de género. Esto porque en su argumento del día martes, el tribunal sostuvo que la víctima había fallecido por la acción de terceros pero que no se logró calificar el hecho como femicidio, porque la Fiscalía no lo formalizó así.
Este domingo se dará el veredicto. David Espinoza, el agresor, arriesga ocho años de presidio. Fue condenado por delitos de lesiones graves, lesiones menos graves y amenazas no condicionales en contexto de violencia intrafamiliar.
Se apelará para anular el juicio y recurrir a la Corte Suprema. «Tengo rabia, impotencia, pero este domingo vamos a estar ahí, pidiendo que se haga justicia, porque los informes dicen que Daniela falleció por los golpes que le propinó este sujeto…», relata.
Camina y cae
Esa tarde del 26 de febrero de 2017 Daniela estaba en su casa, sentada en el living. Hizo dormir a su hermana menor. Incluso tiró la talla. En eso llega el David, que vivía en la casa del frente.
Ella partió y se despidió con un ‘mamita, te amo’ mucho. Cinco minutos después comenzaron los gritos: ‘mamita, mamita, ayúdame’, clamaba Daniela por ayuda.
María sale rauda. También una vecina. El padrastro del David, «quien me dice que saque a mi hija porque el David siempre le pega. Entonces llamo a Carabineros y me responden que tenían un procedimiento. También marqué a la PDI y la respuesta fue que no se metían en problemas familiares, que tenía que haber una persona fallecida para venir», cuenta molesta.
Sin recibir ayuda, decidida entra la casa «y veo cuando él tenía a mi hija arrodillada y le estaba pegando combos en la cabeza, puntapiés. La traté de defender, pero el David también me comienza pegar. Mi hija sólo me decía que me fuera. Volví a llamar a Carabineros y a la PDI, y lo mismo. Estaba sola con mi madre y no sabía qué hacer», recuerda.
Han pasado varios minutos. David corre, detrás va su madre «y mi hija, pero tambaleando».
Debido a los golpes, Daniela cae en la esquina del pasaje Capellán Camilo Ortúzar, donde hoy una animita la recuerda.
Comienza a convulsionar «y tratamos de reanimarla, pero no hablaba. La ambulancia se demoró casi 40 minutos en llegar», se acuerda.
Daniela finalmente es derivada al consultorio Juan Pablo Segundo, en Las Compañías, donde su estado no era bueno. De ahí es trasladada al hospital de La Serena con un diagnóstico aún más abrumador: «La doctora dice que mi hija está con muerte cerebral, así que es conducida a la clínica Elqui, donde falleció el día 28 a las 17:45».
David y su familia ya se habían ido. Con el tiempo vendieron la casa. María no supo más de él hasta que fue detenido. Antes, una coartada. «Se presentó a la PDI y declaró que mi hija había tomado veneno, que él nunca la había golpeado, cuando los exámenes que posteriormente se realizaron arrojaron que Daniela no había ingerido nada y que falleció debido a los golpes», aclara.
Rabia con la Fiscalía
Desde entonces piensa en aquel día. También en los que vienen. Y en lo que no se hizo bien, «pues David nunca fue detenido. Tuvieron que pasar dos años para que lo dejaran preso, y fue porque lo citaron tres veces al tribunal y como no se presentó lo llevaron por rebeldía».
Sí, para la Justicia no había mérito suficiente para fundamentar ni el procesamiento ni la prisión preventiva. Incluso «después de dos años me avisan que el caso se iba a cerrar, así que cambiamos abogado, quien contrató a la perito Carmen Cerda, y ella dijo que Daniela no había fallecido por envenenamiento, sino que por los golpes», dice.
Rabia siente por cómo se ha desarrollado el caso. Por el desamparo, como si estuvieran peleando contra molinos de viento, «porque desde un comienzo hemos golpeado puertas y siempre se me cerraron, pues en todo momento le creyeron a él, que la niña se envenenó», comentó María, hace poco fue operada de la vesícula, de una hernia y cálculos al hígado, «crisis que comenzaron luego que mi hija falleció».
Culpa a la Fiscalía. Dice que pidieron cambiar al fiscal que llevaba el caso, incluso hablando con el jefe regional, «pero me dijeron que no. Con el fiscal Juan Pablo Torrejón tuve muchas discusiones. Lloré delante de él, le pedía por favor que me ayudara…».
La señora Rosa (68), abuela de Daniela, se queja. Y reclama. Revela que no estará tranquila hasta que su nieta tenga justicia. Se aferra a esa esperanza, una de las últimas que le queda para redimir el dolor.
«Queremos que se le condene por femecidio. El abogado, después del domingo, tiene cinco días para apelar y anular el caso. Y hay opciones de que así ocurra, ya que los partes médicos avalan que mi nieta falleció por agresión. No es algo que lo digamos nosotros, sino que las pruebas médicas lo dicen. Tenemos cómo probar que fue un femicidio, que él la mató».
Le resultó el plan
Una citación les llegó un día. Decía que con fecha 23.11.2020, ellos, junto a Daniela, debían presentarse a declarar. Tres años después de su muerte. Entonces es una burla lo que nos hacen. Además de hacer mal su trabajo, Fiscalía se burla de nosotros», se molesta.
Para esta familia no hay castigo suficiente que calme el dolor. Y sienten impotencia al saber que en unos años esta persona, que lleva poco más de un año en prisión preventiva, pueda salir en libertad.
«Estos asesinos cumplen la pena y cuando salen, hacen lo mismo. El que mató a mi niña, a mi nieta, cuando salga en un par de años más, seguramente por buena conducta, buscará una polola y repetirá lo mismo. Ya le resultó el plan de decir que mi niña tomó veneno».
Afirman que pagó de una forma atroz el cariño que le tenían, dado que «se criaron juntos desde pequeños. Eran amigos. Se le daba comida cuando no había almorzado, a veces el desayuno. Hacía las tareas acá, ocupaba el computador. A todos los niños del pasaje le abríamos las puertas. Éramos buenos con él y esa es la impotencia que tenemos, que nos haya pagado de esa manera. Fue cercano a nosotros y nos hizo un daño tremendo…».