La Conmebol ya entregó su última palabra: El martes 12 en Asunción, Paraguay, y el 16 en la ciudad de Buenos Aires, Argentina. Esta historia, en la que sin duda el perjudicado es el elenco aurinegro, ha tenido de todo, incluso ayuda diplomática. Pero menos fútbol…
¡Un robo! A Coquimbo Unido le están robando a mano a armada. Eso está confirmado, después que los oscuros personajes de la Conmebol, con su antro en la Ciudad de Luque, a pasos de Asunción, reprogramaron los dos encuentros por semifinales de Copa Sudamericana frente a Defensa y Justicia como visitantes.
Porque el cuadro pirata, pese a las quejas, incluso ya formales, pidiendo los tres puntos del partido suspendido, asume que jugará en Asunción el martes 12 a las 19:15 horas y la revancha en la ciudad de Buenos Aires, el sábado 16 a las 20.30 horas. Y eso que fueron los argentinos quienes incumplieron las normativas de salud.
Que en la Conmebol hay manos negras, por no decir corrupción, la hay. Y no lo dice un hincha de Coquimbo Unido, sino que periodistas deportivas con hartos años de circo que no tienen temor a decir las cosas por su nombre y más cuando se comete una injusticia como lo que está sucediendo con Coquimbo Unido que, sin haber cometido ninguna falta, no sólo le arrebataron su localía en el «Francisco Sánchez Rumoroso» para trasladarlo al Nacional de Santiago, sino que también lo sacan de Chile para llevarlo a jugar a Paraguay.
En los años ochenta
Muchos recién se enteraron que existe este equipo argentino de nombre Defensa y Justicia. Pero su historia con Chile no sólo es de ahora. Se remonta a los ochenta, en plena dictadura.
Porque la primera vez que los amantes del fútbol chileno supieron de Defensa y Justicia fue cuando en Chile reinaba la oscuridad. Más precisamente en el Estadio Nacional. Mientras en la cancha se disputaba un encuentro de Copa Libertadores, en la tribuna del reducto ñuñoíno jóvenes argentinos alzaron una pancarta que decía ¡Defensa y Justicia!
«No alcanzaron ni a gritar cuando se le fueron encima algunos personajes de civil y carabineros», recuerda el periodista Luis Martínez, presente esa jornada en el estadio Nacional, y que entonces trabajaba para el diario La Cuarta.
Cuenta que cuando los hinchas argentinos sacaron la pancarta fueron agredidos inmediatamente y que, incluso, intentaron llevárselos detenidos, lo que finalmente no ocurrió «porque junto a otros colegas que estábamos ese día tuvimos que explicarles a los carabineros que Defensa y Justicia era un equipo de fútbol, no una pancarta y una manifestación en contra de Pinochet…».
Gracias al embajador
Hoy Defensa y Justicia está en Argentina porque este viernes pudo salir del país, pese a la negativa de la autoridad sanitaria, que había impedido su salida debido a los tres casos positivos y más de 50 contactos estrechos. Mínimo tenían que estar 14 días en cuarentena, lo que hacía inviable el partido de ida, aplazado para el 12.
A horas del bochorno que sigue dando la vuelta al mundo, continúan apareciendo antecedentes.
Por ejemplo, ayer se supo que el equipo argentino pudo salir de Chile –salvo los tres positivos, que ayer se esperaba lo hicieran- gracias a la gestión realizada por el embajador trasandino en Chile, Rafael Bielsa.
«La República Argentina se hará cargo de todas las consecuencias sanitarias que podrían derivarse del ingreso de dicha delegación (Defensa y Justicia) a mi país, asumiendo todas las medidas sanitarias dispuestas para evitar el riesgo de contagio en el traslado hacia el chárter», señaló el embajador, en una carta enviada a la seremi de Salud.
Como decía Diego Armando Maradona, que para algunos aún no ha muerto, «La pelota no se mancha». Y es cierto, los futbolistas, que son perjudicados como los de Coquimbo Unido, y los favorecidos como los argentinos de Defensa y Justicia, sólo piden jugar y dónde sea. El problema radica en que, por causas extrañas a la cancha y a la pelotita, algunos son favorecidos y, por esas cosas del destino, siempre son los más grandes: Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay, donde funciona la Conmebol. Y ahí está la madre del cordero, como dice un adagio popular.