El primer artista parece que estuvo más de la cuenta, y nos quitó tiempo a nosotros”, decía una vez abajo del escenario el humorista Patricio Mejías, el “Pato” del trío Los Atletas de la Risa.
El integrante del grupo que antenoche triunfó en el humor viñamarino festejaba no haber estado ni cerca de transformarse en una víctima del “Monstruo”, pero lamentaba haber sido víctima de otro que merodeó por la Quinta Vergara: Romeo Santos.
Sin embargo, el que más platos rotos pagó por las dos horas que el neoyorquino pasó en escena no fue el ex trío callejero, sino el puertorriqueño Daddy Yankee, quien pudo dar inicio a su show recién cerca de las 02:30 de madrugada.
No sabemos si el llamado “Big Boss” habrá estado molesto o no por el retraso, por más que frases del tipo “seguimos hasta mañana” pudieran dar cuenta de lo contrario. Pero lo concreto es que hubo otros actores en quienes el horario no pasó de ser un detalle: El público, que hasta minutos antes de las 04:00 de la madrugada siguió fijo en sus puestos, atento a cada orden de Raymond Ayala.
Y el hombre de “Gasolina” les respondió, con cerca de una veintena de piezas caladas y plenamente instaladas en el oído popular local, pese a los 15 minutos de vigencia que cualquiera les hubiera pronosticado en un inicio. El efecto ha terminado por ser superior a ese margen, pero tal vez ni el propio Ayala lo esperó: No por nada inició una expansión hacia otros rincones de la pachanga, buscando nuevas maneras de seguir apretando la misma tecla.
Todo ese recorrido fue el que mostró en su tercer paso por la Quinta Vergara. Desde los éxitos que consolidó en su primera visita de 2006 (“Rompe”, “Gasolina”) y los que trajo en 2009 (“Pose”, “Llamado de emergencia), hasta singles recientes como “Limbo”.
En estos últimos se ha apartado en algo del reggaetón duro y callejero del origen, para adentrarse en giros que van desde la alteración en el velocímetro del dembow, hasta incursiones en el dance y el merengue.
Pero la esencia de esto no cambia: La moral del reggaetón sigue siendo una, y su ejecución no necesita más que un DJ, un corista y un cuerpo de baile, además de fuego, humo, papel picado, y dinámicas como “limpiaparabrisas” y “foto-flash”.
En eso Daddy Yankee es ducho, y el título de “Big Boss” parece fuera de discusión. Guste o no el reggaetón, fue una fiesta alentada y domada por el puertorriqueño, quien superó las adversidades y se retiró por tercera vez de Viña con el stock completo de trofeos.