Se llega fácilmente al lugar, a la toma La Gruta. Punto de referencia es la Escuela Juan Pablo II, camino al Fuerte de Coquimbo. Todo pavimentado.
A unos cien metros del imponente colegio que más parece un castillo mirando al Pacífico, ya se ven las banderas chilenas.
Ahí están las carpas, chozas de cartones, «casas» de tres por tres metros hechas de madera liviana, con techo de tela de esas empleadas en la publicidad política.
Caminamos por un sendero, especie de calle principal. En dos o tres puntos se ve gente trabajando en la construcción de sus mediaguas. Cada sitio tiene una bandera chilena. Espacios de unos 300 metros cuadrados aproximados. Todos con grandes rocas. No hay agua, la traen de casas de parientes o de gente del sector. Los baños son pozos negros. La energía eléctrica ni hablar.
Ahí jugaba Thiare, una pequeña que otros sesenta del campamento, juegan en esa polvorienta calle o simplemente entre las rocas. Eso sí, con una maravillosa vista al mar.
Son cincuenta y cuatro familias que llegaron a estos terrenos fiscales el 21 de septiembre.
«Estábamos cansados de vivir de allegados con nuestras familias o en casas de amigos. Todos somos allegados», nos cuenta Yocelyn Muñoz, presidente de la toma.
Explica la joven madre que no tienen temor al desalojo. «Eso no va a suceder, no creemos que ocurra porque somos personas de Coquimbo, ninguno con malos antecedentes, al contrario, todos somos personas buenas, mire usted, aquí nadie se oculta, en todas las casas hay alguien que trabaja…»
FALTAN AUTORIDADES
La dirigente nos cuenta que «hasta ahora nadie, salvo una señora Asistente Social de la Municipalidad, han venido a preguntarnos nada»..
Por eso, dice, « sería bueno que alguna autoridad venga a conversar, a ver la realidad… Se han dicho muchas cosas equivocadas, por ejemplo, el espacio para escalamientos está al otro lado de la toma al igual que el espacio para los scouts, eso no ha sido tocado ni serán tocados», asegura.
NO HAY MÁS
Jocelyn dice que ya no hay más espacio en el lugar por lo que no están recibiendo más familias. «No queremos hacernos más problemas. Los que estamos todos nos conocemos, nos respetamos, estamos unidos y todos aspiramos a tener una casa, acá no hay gente mala», reitera.
Palabras que refuerza Sergio Araya, su vecino, quien avanza en la construcción de su nueva casa, una pieza de planchas de terciado aglomerado. «Estoy enderezando los clavos usados para ocuparlos aquí»…
Sergio vivía un poco más arriba. Era allegado. «Esto es mejor, aunque tengamos que dormir en carpa y tener que ir a buscar el agua allá arriba (150 metros), porque acá no tenemos que pedir permiso a nadie para entrar o salir de la casa».
QUIEREN AL SEREMI DE LA VIVIENDA
Jocelyn pidió llamar al Seremi de la Vivienda o algún funcionario de esa Seremía para que los escuchen y juntos trabajar en la solución que anhelan.
Consultados hasta cuándo esperan permanecer en ese lugar, explican que « esto es sin retorno»… Incluso, dicen, ya se han organizado para construir una placita para los niños.
UNA GUAGUA EN EL CAMPAMENTO
El 22 de noviembre nació (en el hospital) Dominique Estefanía Moreno Rojas, hija de Angélica y José, habitantes de la toma La Gruta. También eran allegados. Viven en una carpa pequeña mientras se construye la pieza.
El campamento La Gruta se emplaza en unas cuatro hectáreas, en el mismo lugar donde hay una estación de bombeo de aguas servidas de Aguas del Valle.