La autora de dos libros de poemas (2017 y 2018) y de «La tierra tiembla y el hombre huye», escrito en prosa, se ha transformado en un referente para los adultos mayores.

Con una simbólica ceremonia en las dependencias de la Casa de la Cultura de Las Compañías, en el sector El Olivar, la Municipalidad de La Serena, a través del Departamento de Cultura, reconoció el trabajo de la escritora María Rosa Vargas Espinoza (Marovaes, que es el resumen de su nombre) como Mujer Patrimonio del mes de agosto.

Víctor Campos, jefe (s) de Cultura municipal, valoró el esfuerzo de la autora de llevar al papel sus vivencias tras estar guardados por décadas. De igual forma destacó que se ha transformado en ejemplo para los adultos mayores, a quienes insta a escribir. «Hay algunos que han comenzado a plasmar un poco su historia personal y lo tienen guardado, como los tenía yo, pero estoy incentivando a personas adultas a que escriban sus vivencias, porque uno se siente aliviada y es buena terapia (…) Nunca es tarde para empezar, en mi caso, a los 70 años recién me atreví a dar a luz el primer libro de poemas, y en el lanzamiento había personas que me decían, ‘yo también escribo, pero no me atrevo a publicarlo’. No me atrevía por el temor de que se fueran a reír y la burla de los demás», rememoró.

En la actividad se presentó una cápsula audiovisual con la historia de la escritora y la manera que ha construido su trabajo literario, que la ha llevado a publicar dos libros de poemas (2017 y 2018) y «La tierra tiembla y el hombre huye», que está escrito en prosa.
Durante el homenaje igualmente se leyeron trabajos de poetas que le entregaron un saludo a través de las letras. Marovaes vive en Las Compañías desde 1995, cuando llegó desde la Sexta Región para acompañar a su hijo Pablo, que comenzaba a estudiar periodismo en La Serena.

SACANDO A LA LUZ EL TALENTO

La escritora recordó que en la capital regional logró sacar a relucir una veta literaria que se había manifestado desde siempre, pero que nunca se atrevió a expresar abiertamente en un escrito. Partió cuando en el Colegio María Auxiliadora de Santa Cruz, con 15 años, regaló un poema, «cursaba tercer año de humanidades y una compañera estaba de cumpleaños y la mayoría le hizo un regalo, y como yo no tenía nada para regalarle, se me ocurrió escribirle un poema, y ella me dijo que estaba bonito y lo guardó como un recuerdo», planteó.

Confiesa que la experiencia le resultó enriquecedora, «me gustó que dijera que estaba bonito, me incentivó y comencé a escribir», reitera.

Reconoce que a través de la escritura se libera, «a veces uno no se atreve a decir las cosas, pero resulta más fácil escribirlas, quizás no es la idea de revelarlo al mundo, porque hasta los 70 años estuve escribiendo solo para mí, y la única persona que sabía de este hobbie era mi hija, porque cada escrito que hacía se lo leía y a veces me ayudaba con el título, fue la única que sabía mi secreto», precisa.

También admite que el plasmar vivencias se ha convertido en una terapia para enfrentar momentos duros de su vida marcados por problemas de salud y estrés, «tuve que pedir ayuda a un siquiatra, quien me derivó al consultorio, siendo asignada al grupo Volver a Vivir, donde todas las personas que asistíamos teníamos los mismos problemas y cada miércoles nos juntábamos y compartíamos experiencias, sobre todo los motivos del por qué estábamos ahí. Teníamos dos sicólogas, quienes nos daban la idea de que en cada reunión lleváramos algún artículo, ya sea de alguna revista o periódico, para compartir y en vez de un recorte llevaba mis poemas que tenía escrito de años y me empezaron a motivar para publicar un libro, y la otra persona que me incentivó fue mi hija (…) Cuando escribo me concentro tanto en lo que estoy haciendo que me olvido de todo lo demás y los problemas van quedando atrás», profundiza.

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