Durante la semana se dio a conocer un estudio titulado «Déficit habitacional: ¿Cuántas familias necesitan una vivienda y en qué territorios?». La observación fue realizada por Déficit Cero y el Centro de Políticas Públicas de la Universidad Católica, en el que se indica que existe un déficit habitacional de 641.421 viviendas a nivel nacional, situación que confirma la grave crisis de acceso a un inmueble que tiene los habitantes del país.
El informe también detalla que son 541.295 familias, es decir el 84,4% del déficit son hogares que viven allegados (49,8%), hacinados (43,6%) o en viviendas irrecuperables (6,6%). Luego, los campamentos representan el 12,7% del total y, finalmente, las personas en situación de calle alcanzan el 2,9% del déficit.
Aumento
Respecto a los campamentos, la situación en la región de Coquimbo es preocupante, pues como asegura Francisco González Ríos, director regional de Un Techo Para Chile, «actualmente hay 32 catastrados, de los cuales se concentran en Coquimbo unos diez y La Serena ocho, por lo que existe un crecimiento notable desde 2019, ya que en ese momento alcanzaban los 24 en la región».
También especifica que en esos 32 campamentos «según un informe realizado en conjunto con el Minvu, hay cerca de 1.920 familias, pero es un número que puede variar porque todos los días va llegando gente a los campamentos, y a la vez todos los días sale muy poca».
En cuanto a las principales causas, estas se deben a los efectos en la economía que generaron el estallido social y la irrupción del COVID, «pues la mayoría de las familias que viven en los campamentos es por el alza de los arriendos y muchas no los pueden costear, así como la pandemia, que también repercutió. Entonces la situación se presta para eso», afirma.
Otro aspecto que influyó negativamente en el crecimiento de los campamentos, fue el retiro de pensiones, porque si bien en un comienzo «pensamos que con ese 10% la gente dejaría los campamentos o intentaría hacerlo, pero fue todo lo contrario, ya que comenzaron a expandir sus viviendas o mejorarlas, incluso se formaron más», aunque aclara que no es información formalmente documentada, sino que algo que han visto en terreno.
Sobre ello, ejemplifica que «uno de los campamentos más icónicos es El Triunfo, que se instaló al lado del cementerio de La Serena, y ese se formó por el 10%. Una semana antes de que se oficializara la medida, no existía, y una semana después, ya se había formado».
Además de los problemas relacionados con la calidad de vida de las personas que viven en estas condiciones, como el acceso formal al agua y la luz, otra situación con la que deben convivir es con la estigmatización, sobre ello el representante de la fundación lamenta que «se los ve como un foco de delincuencia o un sector peligroso y se han conocido noticias lamentables al respeto. Por ejemplo, hace un mes ocurrió en la comunidad de Los Changos en Coquimbo un asesinato que, si bien es algo grave, son casos bien puntuales y que no son ajenos a otros lugares donde no existen campamentos».
De la misma forma, piensa que esa es una visión generalizada que produce aún más daño por la gran difusión que se la da, «pues ocurre mucho que con las redes sociales se propaga mucho este concepto de que los campamentos se asocian a crímenes y producen más segregación, y es algo que queremos evitar. Por lo mismo, tratamos de educar al respecto e informar que parte del trabajo que se hace en los campamentos, es empatizar y entender a las familias».
Y es que vivir en un campamento no es algo que se decide por gusto, explica González. Y puntualiza que «la realidad es que las familias no eligen por cuenta propia, sino que es una solución de emergencia, no es que una familia diga: ‘ya, yo quiero vivir en un campamento para aprovecharme del Estado’, por ejemplo».
Soluciones ineficientes
Sobre la posibilidad de que las personas que viven en campamentos accedan a una vivienda formalmente, para Francisco González no hay camino rápido para resolverlo.
«Por mucho que queramos remediar el tema de una solución habitacional concreta, es un proceso largo el déficit habitacional. Si lo queremos resolver en cuatro años no llegaremos, por lo que tenemos que generar planes que nos permitan avanzar en los campamentos con viviendas de emergencia y ofrecer soluciones transitorias».