Tras el revuelo causado por la entrevista, aunque siempre con evasivas, de Francisco José Cox a un equipo periodístico de 24 Horas que lo ubicó en Vallendar, Alemania, y las denuncias de abuso sexual que pesan sobre él, es que el Instituto Padres de Schoenstatt, al cual pertenece, decidió nombrar a un vocero oficial para tratar la situación que hoy vive el cuestionado sacerdote.
Y quien cumplirá esa función será el padre chileno Patricio Moore, quien a través del teléfono, desde Santiago, confiesa que la tarea es compleja, debido a que existe «mucha vergüenza» por todo lo acontecido, pero que su objetivo será, especialmente, la de entregar información referente a todo lo relacionado con Cox.
«Soy de los Padres, soy el viceprovincial y ahora soy el vocero para toda esta causa del padre Cox y la misión es entregar la información que nosotros tenemos», dice de entrada, antes de aclarar que esa indagación «es la que uno ha entregado en todas partes, que nosotros tenemos de Monseñor Cox en Alemania y que hemos recibido una demanda que se le hizo a él en el año 2004 por parte de un joven boliviano».
Sin embargo, fue claro en señalar que le duele profundamente todo lo que ha pasado, «pero principalmente nos duele por todas las víctimas. Nos duele que como sacerdote no vivamos lo que decimos, nos duele que no seamos coherentes y la verdad, es que para nosotros es una gran vergüenza todo lo que hemos pasado».
Francisco José Cox se hizo cargo de la arquidiócesis de La Serena en 1990, puesto al que renunció siete años más tarde, debido a las primeras denuncias que ya lo apuntaban como un abusador, lo que finalmente derivó que en el año 2002 la Congregación de los Padres de Schoenstatt decidiera enviarlo a una casa perteneciente al movimiento en Alemania, con el fin de que dedicara su tiempo a una «vida de silencio, oración y penitencia».
Una reacción por parte de la iglesia que hoy para nada comparte el sacerdote, «ya que si lo miramos después de todo lo que ha pasado, claro que fue un error haberlo mandado al extranjero, porque él debería haber enfrentado en Chile todos los rumores y acusaciones que han ido saliendo. Eso, creo, habría sido lo mejor para todos».
Hoy la confianza y la credibilidad de la iglesia y de los Padres de Schoenstatt está por los suelos y no sólo por lo acontecido con Cox, sino también porque hay otros dos casos de abusos, aunque «ya se investigaron y están sentenciados, puesto que una denuncia fue canónica y se le dio la sentencia de cinco años sin ejercer el sacerdocio (lleva tres años) y la otra, fue una pena civil de 61 días remitidas en su casa y que las cumplió, pero de todas maneras lo de Cox es el caso que más duele, es el más fuerte… Por lo mismo, sólo queremos que pare esto, aunque creo que será un camino muy largo volver a recobrar la confianza de la gente, de que realmente nosotros demostremos que somos coherentes con lo que decimos».
Respecto al real estado de salud en que se encuentra el obispo emérito de La Serena, Moore afirma que «pienso que tiene signos de demencia senil, porque los padres que viven con él cuentan que muchas veces está bastante perdido, apenas puede caminar, solamente con un andador, un burrito y además tiene diabetes, tiene cáncer y no es autovalente en ningún caso».
No obstante, todo eso no justifica que en caso de una posible extradición pueda venir a Chile, «porque si la justicia pide la extradición, nosotros haremos todo lo posible para que así sea, por supuesto. Es que nosotros siempre vamos a colaborar con la justicia, absolutamente. Y lo hicimos también en Alemania, cuando la policía alemana también hizo una investigación».
Para Moore, una posible expulsión del sacerdocio, tal como aconteció no hace mucho con Karadima y Precht, solamente depende del Papa, «puesto que es él quien tiene la facultad para expulsarlo y posiblemente lo podría hacer». Ante la interrogante de las víctimas, del porque a Cox aún lo mantienen en la residencia, después de las tres denuncias –dos en Chile y una en Alemania-, respondió que «a nosotros, en el año 2002, el Vaticano nos pidió que lo aceptáramos en una casa nuestra y eso fue lo que hicimos. Y ahora con el estado de salud que tiene, la verdad es que dejarlo en la calle sería tan bien poco evangélico, así que es un poco difícil expulsarlo. A dónde irá, con quién, puesto que no tiene a nadie en el fondo. Todo esto para nosotros no ha sido nada de bueno, y todos se lo pueden imaginar, pero por otro lado tampoco podemos dejarlo en la calle».
Como movimiento, sostiene el viceprovincial del movimiento en Chile que «ahora sólo nos queda pedirles perdón a las víctimas y decirles que lo sentimos mucho y que nosotros estamos abiertos a recibirlos, a acogerlos y sentir el dolor que ellos sienten, puesto que son los primeros a quienes hay que ayudar y acompañar. ¿Sabe? Uno a veces puede tener un hijo delincuente, pero no por eso le puedes quitar el apellido y es verdad, dado que para nosotros es una vergüenza muy grande».