Vive en una mediagua con sus tres hijas en la Caleta
San Pedro. Una de ellas con discapacidad mental, sin un
trabajo estable y sin recibir aún ayuda del Gobierno. Pero ella no se rinde, y junta
cada peso para postular a un subsidio, «y que mis hijas puedan tener una casa digna y no vivir amontonadas»
A veces sonríe. A veces también llora. Ahí está ella, rodeada de sus tres hijas. Tiene tantas cosas que decir.
Hellen Álvarez (32) vive en la Caleta San Pedro, en un terreno que sus
suegros le cedieron. Ahí, en la Avenida Pacífico, justo a la entrada «donde están las casas viejitas, vivo en una mediagua que está hace miles de años, y yo la habité…», cuenta.
Habita una construcción precaria; un espacio reducido con dos habitaciones. En ese lugar, «donde vivo de allegada», combate a como dé lugar la pandemia y, hace algunos días, la cuarentena. Y con frío junto a sus tesoros de 11, 7 y 4 años.
«Vivo en un terreno que tiene una casa que está como abandonada, donde viven los abuelos paternos de las niñas, es una casa chiquita que se la demolerán porque se les cayó
por el terremoto, y en ese terreno, porque no tengo donde más ir, me cedieron un espacio donde está esta casita con dos dormitorios. Pero lo malo es que tengo el baño afuera, así
que se me hace muy complicado, más cuando hace frío y llueve. Es terrible para mí y mis hijas, porque tengo que sacarlas».
De profesión parvularia, Hellen cuenta que nunca ha podido ejercer, porque debe estar 24/7 preocupada de su hija mayor, que nació prematura extrema de 26 semanas, lo que
produjo un retraso mental severo ydaño neurológico. Por ende, desde pequeña que asiste a la Teletón, «donde recién aprendió a caminar a los cinco años», relata.
A eso se suma que debe cuidar a su madre con cáncer. Claro, ella vive en Coquimbo, pero como puedo me la traigo y trato de darle los cuidados paliativos, que son después de
la quimioterapia, pero es difícil. Todos me dicen: ¡Eris fuerte, Hellen; cómo podí con tanto! Pero es por fuera, pues por dentro uno lleva una mochila muy cargada. Es complicado, sobre todo con mi hija que no habla; solo camina, camina, y debo estar pendiente de ella. Tengo que tener ojos por todos lados, y mi hija de 7 años ha sido un apoyo fundamental, ella se ha convertido en la hermana mayor».
SEGUIR LUCHANDO
Debido a las dificultades han tenido que madurar más rápido, pues como asegura Hellen, sus otras doshijas «se han criado prácticamente solas, porque todo mi tiempo me lo
absorbe mi hija mayor, así que es súper desgastante, pues por su condición no controla esfínter, no habla, y tampoco tengo una red de apoyo para que me digan: «Hellen, hace
tus trámites tranquila, yo cuido a la niña. Por eso te digo que me ha tocado pesado, pero debo seguir luchando para sacar adelante a mis hijas, puesto que no merecen pasar
por todo esto…».
Todo en la vida se le complicado a Hellen, así de repente, más ahora con la cuarentena. «Estamos encerradas, tengo que sacar un salvoconducto para comprar, donde todo
debo gastarlo en pañales, ya que mi niña usa pañales de adulto, que son
más de 120 al mes, y es mucho. Mi hija recibe un subsidió de discapacidad mental -pensión es cuando cumplen los 18 años- que son casi 70 mil pesos, pero se me va todo en
pañales y me falta. Y a eso debo sumarle la melotonina, que no me la dan, y que es para que logre dormir».
Pero Hellen no espera que la ayuda le llegue. Al contrario. «Gracias a Dios tengo mi emprendimiento, porque no me gusta quedarme dormida en los laureles, que me ayuden. Me muevo sola, y por eso hace un tiempo que me dedico a hacer bolsas dulceras, y también estudié párvulos, pero nunca ejercí por la enfermedad de mi hija. Mis bolsas son
personalizadas, pero ahora no estoy con pedidos porque nadie está celebrando cumpleaños, pero con lo que hago me mantengo y voy juntando para el día, para el pan, para las niñas…».
Pertenece al 40% de vulnerabilidad, es la jefa de hogar, pero todavía, en estos casi cuatro meses, no ha recibido las cajas de alimento que con bombos y platillos anunció el Gobierno.
«¿Cajas de alimentos? No me ha llegado ninguna, nada. Y en la ficha soy del 40% más vulnerable. Solamente me he llegado la bolsa de Junaeb, que es la que entregan en el
colegio, pero nada más. Y solamente se la entregan a una, a la otra chica no, y me dicen que es porque no salió elegida, cuando es alumna prioritaria. Les dije en la escuela que estoy sola con mis tres hijas, soy la jefa de hogar, vivo sola en una mediagua de allegada, y aun así no me llegan las cajas de alimento. ¿A dónde voy a ir a pelear?».
De la «gran» ayuda que anunció el Gobierno, solamente Hellen ha recibido algunos de los bonos, pero debido a sus necesidades se hacen insuficientes. ¿Y las autoridades? ¿El municipio? ¿Serviu? «Ella no pide nada, pero si ojalá poder gestionar un subsidio de arriendo para que puedan salir de ese lugar, ya que el baño lo tiene afuera, y cuando hace
mucho frío o llueve, no sabe cómo hacerlo, pues debe sacar a sus hijas de la casa y se le enferman, principalmente la mayor», cuenta su tía.
Hellen reconoce que «algunos de los bonos me han llegado y con eso
he podido amortiguar algunas cosas, como la compra de pañales, que es lo más esencial e importante.
¿Sabe? A las más chicas les puedo decir no hay, o más tarde compramos cositas para comer, pero la más grande no entiende, cómo le explico que no hay. Con ella debo tener una minuta diaria».
Para esta mujer, de templanza perenne, la procesión se lleva por dentro. No le queda otra ante la incompetencia del Estado. «Mi madre me dice que la procesión la lleva cada uno. ¡Y pucha que me ha costado salir adelante! Incluso mirando caras para que me
cuiden un rato las niñas, tratando de hacer unas lucas -que no hay- para pagarle a alguien que me las vea un par de horas y yo poder llevar a mi mamá a sus quimioterapias. Es complicado. ¿Cómo lo hago? No sé. Acudo a una tía, que me deposita algo de dinero; es como mi ángel de la guarda, mi segunda madre».
Cada peso que tiene lo guarda. Incluso dejando de comprar cosas para sus hijas, puesto que «estoy postulando a mi casa con harto sacrificio, tengo la plata en la mano, la miro para gastarla, pero debo depositarla. Es que tengo que tener mi casa, porque no es digno tener a mis hijas viviendo amontonadas…».