Hugo Enrique Dolmestch Urra, ex presidente de la Corte Suprema: «Estamos cerca de que el narcotráfico corrompa a las policías y a los jueces»

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Con 79 años, es una de las máximas autoridades de la Logia Masónica en el país. Llegó a La Serena para rememorar acontecimientos que le tocó vivir en el pasado, cuando era juez en plena dictadura militar y le tocó investigar el atentado a Pinochet, en septiembre de 1986. Este hecho lo marcaría de por vida, ya que años más tarde, por cosas del destino, le tocaría indagar por qué Ricardo Lagos no fue asesinado por la CNI en aquel momento, habiendo sido detenido. El desenlace de la historia en la presente entrevista con Hugo Dolmestch, el magistrado de la memoria.
Son las 13:00 y todo está dispuesto para él. Además de haber sido presidente de la Corte Suprema, estando a la cabeza de uno de los tres poderes del Estado, hoy es Gran Secretario General del Supremo Consejo de la Logia de Chile, uno de los rangos más altos de la masonería. Pero, eso sí, aunque este rol lo llena de orgullo y le colma el espíritu, hoy no transa, trabaja de lunes a jueves, pues considera que le debe mucho tiempo a su familia, el que pretende recuperar, «lo que alcance».
En esta etapa de su vida, más allá de todo cargo, a Hugo Dolmestch le interesa ser buena persona, buen esposo, padre y amigo, y en eso se enfoca. Tiene una mirada particular del mundo, aquella que sólo tienen los que han vivido las experiencias en primera persona y nadie se las a contado. No le vienen con cuentos y le preocupa la crisis que vive el país en términos de seguridad, y que esta situación llegue tan lejos que no la podamos frenar.

-¿En qué se ha desempeñado después de ser Presidente de la Corte Suprema? Tal vez el más alto cargo al que puede aspirar un abogado, liderar uno de los poderes del Estado… Ha mantenido un bajo perfil…
«Bueno, a los 79 años cumplidos, ya retirado del Poder judicial, actualmente vivo de mi pensión y ejerzo el cargo del Gran Secretario General del Supremo Consejo de la Logia de Chile, y allí estoy prácticamente de lunes a jueves, ya que es una actividad que me llena el espíritu».

-Aquí hacer la mención que una vez que usted se retira, con el cargo que ostentaba, no puede seguir en el Poder Judicial, es como los que llegan a ser fiscales regionales, que deben dejar el Ministerio Público. ¿Es como pagar un precio tras ostentar ese poder?
«No lo veo así. Porque esto tiene un origen, muy bonito, muy romántico. Es un homenaje a las comunidades antiguas, donde la justicia la dictaban los ancianos, porque son sinónimo de sabiduría».

-Todavía existen esos consejos, como en Isla de Pascua…
«Claro, tienes razón tú. Eso se hacía antes, pero cambió, fíjate que para todos los otros ámbitos, pero se mantuvo que los jueces siguiéramos siendo jueces hasta el final de nuestros días, se hizo una excepción ahí. Pero en la Constitución del 80 nada era muy claro y limitaron a los jueces para que siguiéramos hasta los 75 años, y aquí se hizo otra excepción, porque nos dieron 10 años más que al resto de los empleados públicos, resguardando ese sentido antiguo de alguna manera».

-La pregunta «cae de cajón», don Hugo, ¿cómo llegó a la Logia Masónica y al cargo tan importante que hoy día ostenta?
«Sí, uno siempre espera esa pregunta (risas). Ingresé en mi pueblo, en Parral, allí me invitaron y ya llevo casi 50 años».

-¿Cómo se ingresa?, ¿Y quiénes ingresan?
«Bueno, siempre se ingresa porque algún integrante sospecha que la persona puede ser buena, un aporte, que le interese el estudio y quiera ser una mejor persona, a esa persona se le invita. Ya después el nombre circula entre los demás, y si no hay objeciones, sigue el proceso. A mí me tocó hacer todo eso en Parral, mi pueblo. Después ingresé al Poder Judicial como secretario del Tribunal en Río Bueno, y después como Juez en Bulnes. En esa época ya había cumplido un periodo, y luego en Chillán fui iniciado en el escocismo, que es una etapa superior de la masonería. Y allí es donde obtengo el cargo de Gran Secretario General».

-Este cargo, me imagino que, ¿es uno de los más altos a los que se puede aspirar?
«En la masonería escocesa es el único cargo, el único. El Supremo Consejo es uno solo en Chile, y en ese sentido también estoy entre los cinco rangos más grandes de la masonería en general».

-Entonces toda la vida se ha movido en altos cargos…
«Sí, pero yo hice una salvedad aquí, porque cuando me ofrecieron el cargo, dije que podía estar presente de lunes a jueves, ya que el día viernes era para la familia, a no ser que hubiese una gran emergencia, es para mi familia».

-¿Siente que en algún momento dejó de lado a su familia?
«Puede ser, pero uno siempre trata de compensarlo, y yo eso he tratado de hacer con mi señora. Te voy a contar una historia. Cuando fui elegido como presidente de la Corte Suprema, tenía que estar después del cóctel que hacen en una reunión con la Presidenta Bachelet, y la verdad es que a mí se me había olvidado. Entonces llega un edecán indicándome que la Presidenta me esperaba en La Moneda a las 15.30 horas. En ese momento yo le dije que quería hablar antes con la Presidenta, y me dieron la posibilidad. Lo que le dije fue que yo tenía, por supuesto, que asistir a esa reunión, pero que tenía que hacerlo con mi señora, porque gracias a ella yo había llegado a ese lugar, y me dijo que sí. Así que estuvimos con mi señora en la ceremonia y creo que soy el único presidente de la Corte que ha asistido a ese encuentro con su esposa. Fui un apollerado, pero era justicia para ella».

-Volviendo a la masonería, mucha gente no la conoce, se dice que hacen las cosas en extremo ocultismo, incluso algunos los tildan de secta, ¿qué responde usted? Derribemos mitos…
«Bueno, sí, tiene ese tinte así de secreto porque tiene que mantenerse también alejada del mundanal ruido. Si tuviésemos que participar en todas las actividades públicas, a lo mejor derivaría en todo el drama que tenemos hoy en día. Entonces, somos una institución que, dentro de su secretismo, que no es tanto como la gente lo piensa, yo lo resumo en lo siguiente: tiene que estar en la masonería, y debe estar en la masonería todo aquel que pretenda ser mejor persona. Aquí no hay santos, es cierto, pero somos un grupo de seres humanos que queremos ser mejores».

Expediente Lagos

-Usted fue juez en una época complicada del país, en plena dictadura, ¿cómo enfrentó esos tiempos, donde, me imagino, las presiones iban y venían?
«Bueno, la pregunta tiene mucho que ver con lo que me trae aquí hoy día, porque tengo la inquietud de contar lo que ocurrió en Chile en un momento determinado y que pudo ser lo más dramático que pudo haber ocurrido. Quiero contar algo que viví como investigador, cuando yo era juez, y cómo se salvó de ser asesinado Ricardo Lagos Escobar».

-¿Sé que la historia debe ser larga, pero me la podría resumir?
«Sí, es difícil, pero lo voy a intentar. Esto pasó el año 86, cuando atentaron contra el general Pinochet. Recuerdo que esa noche, tras lo ocurrido, decretaron Estado de Sitio, y esa misma noche la CNI detuvo y ejecutó a cuatro personas, gente importante, entre ellos el periodista Pepe Carrasco y otros. Fue dramático. Pero pasaron varios años, cuando ya estaba el Presidente Lagos, y aparece dando declaraciones el que era secretario general de la presidencia de Pinochet en la época del atentado, Francisco Javier Cuadra, quien en la prensa dijo algo así como ‘le salvamos la vida al Presidente Lagos’. Entonces se armó un escándalo de proporciones, porque la gente se preguntaba, por qué mataron a los otros y no a Lagos, se elucubraron muchas cosas. Y yo que había sido el investigador, me asignaron el tema y empiezo a aclarar el asunto. Interrogo a Cuadra y me dice que no había dicho eso, que lo malinterpretaron, y yo no sabía qué hacer, si meterlo preso. Al final le dije que se fuera para la casa y volviera otro día».

-¿Cómo que se obsesionó un poco con llegar a la verdad?
«Sí, porque de verdad eran muy complejas las consecuencias. Entonces lo que hice después fue llamar a Álvaro Corvalán, que estaba preso, y la respuesta que me da fue genial, pero muy cierta. ‘En ese tiempo, los que mandaban eran los militares, los civiles valíamos callampa’. Podrás entender tú que al no tener respuestas de lo que había pasado, y de por qué no mataron al presidente Lagos, lo que hice fue recurrir a él mismo».

-¿Lo citó?
«Lo llamé, y me dio la explicación que andaba buscando. Lo que me dijo Lagos es que a él lo habían detenido al día siguiente, no el mismo día que a los cuatro que mataron, y, además, que lo detuvo Investigaciones, y lo hizo un señor que había sido alumno de él, y lo hizo para salvarle la vida».

Crisis en seguridad

-¿Qué le parece lo que están viviendo los altos mandos de ambas policías?
«Yo estoy igual que toda la comunidad, mientras alguien cometa acciones que tengan carácter del delito, sea quién sea debe cumplir, y las policías no escapan a esto. Pero me da mucha pena que ocurra con nuestras policías, porque yo tengo afecto con Investigaciones y tengo afecto por Carabineros. Fui profesor en ambas escuelas, entonces sé que la mayoría son personas buenas. La situación me entristece».

-¿Volverán a recuperar su prestigio estas instituciones?
«No lo sé, pero hace muchos años, comentábamos en la escuela que, si alguna vez el narcotráfico llegaba a nuestro país, la policía no debía caer en la corrupción. Porque el triunfo más absoluto del narcotráfico va a ser el día que corrompan a las policías y a los jueces».

-¿Y estamos cerca de eso?
«Yo creo que estamos cerca de eso, de que el narcotráfico corrompa a las policías y a los jueces».

-Pero, ¿cómo se frena esto? Algunos han hablado de sacar a los militares a la calle…
«Yo creo que eso sería muy negativo, ni siquiera me gusta pensar en eso, porque no es lo mismo ser policía que ser militar, y eso hay que tenerlo claro».

-Hay gente que responsabiliza de esto también al poder judicial, por las bajas penas. Todavía se habla del concepto de puerta giratoria…
«Eso es una realidad, porque nos hicimos cargo en el país de muchos actos de progreso en el mundo, e hicimos entrar al país y a las leyes el concepto de Derechos Humanos, y los Derechos Humanos han llegado a proteger más allá de lo que era prudente en un país como el nuestro. Entonces, hoy día, por ley, el delincuente tiene mayores facilidades que la víctima».

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