Jesús Herrera fue ex dirigente gremial y de Club Deportes La Serena, incluso en la región fue el único químico farmacéutico que pudo sobrevivir al avance «arrasador» que realizaron las grandes farmacias y de las cuales se distinguió por ese sello de atención que los grandes consorcios jamás podrían igualar, una atención cercana y personalizada.
A Herrera le sobran los amigos, por lo mismo, sus historias son parte recurrente de las reuniones en familia junto a su esposa Magdalena, y sus hijos Fernando y Karen. Gran deportista, porque hizo del tenis una de sus pasiones logrando varios galardones en el campo regional, caracterizándose además por de ser dirigente del Club de Leones y por sus obras sociales, obsequiando botiquines –más de 1.100- a los colegios rurales y a jardines de la Junji .
Por su profesión, en el año 2002, recibió el premio Nacional al Mejor Profesional Farmacéutico del país, que el colegio de la orden entrega cada siete años, instancia que lo marcó. «Con las llegada de las grandes farmacias a la zona, había pensado en retirarme, sin embargo, recibí el premio nacional de la orden, el que me hizo pensar. Me sentí comprometido a continuar como farmacéutico», señala ante una profesión que dejó pocos años atrás.
Su oficina, ubicada en un segundo piso en su domicilio de calle Regidor Muñoz, luce fotografías y recuerdos de su sociable vida. Don Jesús ofrece un jugo de naranja y chocolates de menta, y al mirarlo, en su recuerdo está presente en forma inevitable el ex Presidente de la República, Salvador Allende, quien lo visitó en dos ocasiones en su hogar y con quien mantuvo una especial amistad, inimaginable para él.
Recuerda que sin conocer a Allende, éste durmió en su casa como producto de un encuentro que sostuvo con Mario Ramírez (asesinado tras el paso de la Caravana de la Muerte) y el doctor René Nahmías. Ramírez «me comentó que no tenían cómo hospedar al Presidente. En broma les ofrecí mi casa y aceptaron venir, lo que se repitió en otra oportunidad».
Jesús señala que les pareció muy bien la idea (a sus amigos Ramírez y Nahmías) porque él no era político, era una persona conocida en La Serena y su casa quedaba detrás de la Intendencia, un lugar estratégico para que pudiera realizar sus actividades. En esa ocasión, el ex Presidente venía a un congreso del Partido Socialista.
A instantes de recibirlo en su domicilio, Herrera pregunta «¿y cómo se le dice?» a lo que uno de sus escoltas le responde «compañero», a lo que el farmacéutico se niega. «A no, compañero no le voy a decir jamás, le dije, porque no era compañero (…) y me dijo, dígale doctor, en esas condiciones fue».
También comenta que Allende tomaba whisky Chivas de 5 años y él mismo compró una botella porque sabía que el Presidente querría tomar su trago favorito. «Tras esa conversación rompimos todo el hielo», agrega Herrera. También señala que «El Compañero» sintió pesar por no ver –en esa primera ocasión- al hijo de Herrera, a quien había enviado a Tongoy.
Hubo una segunda venida, tras un accidente en Gualliguaica, en donde Herrera comenta que nuevamente se repitió la visita de Allende a su casa. «En ese momento… me preguntó si tenía cámara fotográfica y le contesté que sí, y ahí quedó plasmada la fotografía en que estamos mi señora, mi hijo y él en el frontis de mi casa», relata Herrera.
«Nunca tuve la intención de hacerle la pata al Presidente, pero me siento orgulloso que me hayan elegido», recuerda Jesús.
Su encuentro
con los militares
Herrera comenta que tras el golpe de Estado, en donde sintió lo ocurrido a Allende, lo interrogaron, y ayudó a algunas amistades para ir a buscar a algunos detenidos. Era considerado un hombre imparcial, (aunque se denominaba de derecha) no político y tenía amigos de muchos sectores.
El farmacéutico afirma que «nunca quise contar esto en ese momento, porque mi hijo era muy amigo de Pancho Lapostol (…) Fui al Regimiento a hablar con el Comandante (lo habían mandado a llamar) no me daba cuenta de lo que estaba pasando y los militares no me dejaban venir, entonces veía el Coto Suárez –era el abogado que tenían ellos- y subí con él. Me dijo que fuera a la puerta de allá porque el Comandante no está y ahí me piden el carnet, lo entrego y ahí me tiran una bolsa maloliente de las banderas rojas que tenían, como capucha, y dicen ‘deténgalo’ y yo dije: estos desgraciados qué se han creído».
Continúa su relato contando que un sargento doméstico fue quien le reconoció y le dijo que nada le pasaría, y él le dijo a los militares –que eran de Santiago- que Herrera era amigo del Comandante. «El mismo sargento me colocó luego un pañuelo y me lo levantó un poco para que no tropezara y me llevaron al patio de atrás en donde ya habían matado a 13 (por la Caravana de la Muerte), y dije ahora me toca a mí (…) me quedé a pleno sol, y veía zapatos llenos de polvo como de campesinos y estoy ahí y me tiran otra vez la cuestión –la capucha-, ahí pienso que a mi amigo lo mataron, tuve al Presidente en mi casa, iba con Eduardo Sepúlveda a sacar a los presos porque yo tenía un auto grande, pero nada más», recuerda Herrera.
Lo interrogaron mientras estaba encapuchado, y el afamado Profesor Destino (tenía un programa radial) de esa época fue quien lo interrogó, manteniendo un trato cordial porque Herrera lo reconocería. El interrogatorio se basó si en la Intendencia había armas –ya que Herrera había asistido en dos ocasiones a cumpleaños- a lo que él siempre respondió que no, porque nunca había visto nada raro, así como quienes estaban.
«Yo les dije que estaba Ariosto Lapostol, Óscar Arriagada, Monseñor Fresno, la esposa de Lapostol, la señora de Arriagada, y mi señora», dice riéndose Herrera. Más tarde lo soltaron.
El ex dirigente de CD La Serena cree que Lapostol miente en el sentido de cómo no iba a saber que él (Herrera) estaba considerado para interrogatorio o que el día 16 de octubre no estuvo en el Regimiento. «Cómo no iba a saber él, cómo no iba a saber Días (Paci) el médico, el dentista, y los comandantes».