Joven serenense estudia en Santiago el arte de mover su cuerpo al ritmo de la música de manera profesional. Ha estado en grandes escenarios, pero no pierde su esencia, aquella que cultivó desde que era niña y amaba bailar en cualquier parte. Así lo hace hoy y continúa deleitando al público en la calle, donde la gente se aglomera cuando escucha la música que la artista decora con sus delicados movimientos al ritmo del folclore.
Iandra Guajardo nació en Vallenar, pero llegó muy pequeña a La Serena y creció en la capital regional. La música la lleva en las venas, y por su sangre no fluye más que arte, uno que expresa a través de su cuerpo de manera libre, a veces en escenarios, pero la mayoría de las veces en donde el asfalto de la calle es el plató en el cual se filma el musical improvisado de su vida.
Allí estaba, a un costado de la Catedral el fin de semana, con su parlante bien cargado por si la musa de la danza la posee, y sus pasos al compás del ritmo empecinado del alegórico folclor no la dejan parar de bailar.
No tiene alas como las mariposas, pero vuela igual en primavera. Su falda aletea los acordes finos de su figura que da vueltas por el aire de la tarde medio gris, que toma color cuando la gente se acerca y aplaude su arte callejero. Ella es bailarina, nació para eso y ha recorrido el país mostrado su desplante con el orgullo de quien sabe lo que está haciendo y ni siquiera necesita practicarlo, porque le fluye como las horas al tiempo.
La observamos, y cuando calma su ajetreado corazón y baja el sonido del parlante para escuchar el de los aplausos, la abordamos. No tiene problemas en contar su historia, aunque sea resumida en unos minutos, con la respiración agitada como la gente que no deja de hacer sonar sus palmas, impresionada por su talento.
Toda una vida
Las personas se acercan y depositan su colaboración. Monedas y billetes caen sobre un sombrero negro como el de los bombásticos tangueros. Iandra los mira y agradece con su sonrisa. «Me encanta mostrar mi arte, además acompañada de música nacional, la que sonó tanto ahora en septiembre pero que la gente olvida el resto del año», dice.
Toda la vida ha estado ligada a la danza. En su familia la apoyaron cuando vieron que tenía talento, y si bien parece saber todo cuando se mueve por sobre el escenario callejero, se sigue perfeccionando. «Desde pequeña que hago esto, me encanta la danza y el folclor, y ahora estoy estudiando la carrera ya profesionalmente, para dedicarme a esto toda la vida. La gente piensa que es fácil, pero no lo es, hay muchas cosas que solo logras con práctica de muchos años y ayuda de profesores que tienen experiencia. Por ahora estoy enfocada en eso, en aprender», asevera.
La calle es su lugar
Pese a que ya a estado en grandes escenarios, la calle, los semáforos, y otros lugares al aire libre, donde la gente la pueda ver de manera sorpresiva decorando el día y la vida, son igual de importantes, y asegura que no pretende dejar de bailar en la vía pública, al menos de momento. «Me encanta que la gente vea y que encuentre belleza en lo que hago.
Además, de esta forma no son ellos los que tienen que concurrir a un teatro a ver espectáculos de danza, es la danza la que llega a ellos. También es importante el apoyo que me dan con su aporte, porque esas luquitas me sirven para algunos gastos que tengo como estudiante en Santiago», relata la serenense de 24 años.
Algo más
que folclor
La joven comenta que es muy común que la gente se aglomere cuando está bailando, y, a veces, imbuida en la música, no se da cuenta lo que ha generado a su alrededor hasta que termina una canción y vuelve a la realidad. Si bien el folclor es su predilección, otros estilos también los ha desarrollado, ya que asegura, que «si uno hará esto de manera profesional, tiene que aprender de todo». Y así lo ha hecho, e incluso ha incorporado a su repertorio callejero los bailes urbanos que parecieran estar en las antípodas de lo que la vimos realizar aquel día. «También lo hago, quizá es para otro tipo de público, pero me interesa captarlos a ellos igual. No discrimino, sé que ese tipo de música es del gusto de muchos jóvenes y la danza tiene que ir acorde a los tiempos. Yo me quedo con lo más clásico, pero aprendo todos los estilos y trato de disfrutarlos», finaliza Iandra Guajardo, la bailarina que alegra las tardes grises. Serenense, pero que por estos días debe andar revoloteando sus afinados pasos en otras tardes, en otros lugares, en otros tiempos.