Se realiza una coordinación cada semana en el Regimiento
N°21 de Coquimbo, donde participan el Ejército, la Armada,
Carabineros, PDI y personal de la Seremi de Salud, y se entregan las directrices de una planificación diaria de intervención
en las calles. Personal uniformado son los encargados principalmente del control interno en los 32 puntos (interiores y
exteriores) dispuestos en las comunas en cuarentena, además
de otras zonas de la región.
“24/7”. Esa es la ecuación más repetida por los más de 500 efectivos de las instituciones de orden y seguridad –y organizaciones civiles– que se encargan de fiscalizar el desplazamiento de personas en la región de Coquimbo por el coronavirus. Hoy, el acento está en los territorios con cuarentena (Ovalle, Coquimbo y La Serena), tarea que no permite dejar de vigilar otras zonas. “Evitar la expansión del letal covid-19”, es el lema.
No son precisamente la “primera línea” que lucha en recintos asistenciales, pero cumplen ese rol con largos y extenuantes turnos, temores a contagios y lejos de casa.
En la ciudad-puerto y la capital regional existen 24 puntos dinámicos de fiscalización, y cinco anillos exteriores. En la perla del Limarí, en tanto, se establecieron trece áreas,
fundamentalmente, en cruces de ruta, incluso con barreras de concreto tipo New Jersey.
El Cabo Segundo Felipe Flores, Instructor del batallón de Infantería del Regimiento N°21 Coquimbo, cuenta que lleva sin parar más de 150 días en esta labor de emergencia sanitaria, inspeccionando los permisos contenidos en la plataforma de la Comisaría Virtual. También ha participado en las aduanas sanitarias (Pichidangui y La Higuera) y patrullajes
a la cadena de suministro, recintos comerciales y oficinas públicas. “La predisposición que tiene la gente es afable. O sea cuando se va a fiscalizar, andan con sus permisos. Aun así hay personas que no entienden y hay que hacerles hincapié a que se exponen a la fiscalización y sanciones”, precisa.
También ha colaborado con los adultos mayores a sacar sus autorizaciones, puesto que no manejan la plataforma. “Afortunadamente no he tenido contagio aún. Me siento tranquilo y
mi familia igual, pero estoy expuesto porque lamentablemente acá estamos luchando con un enemigo invisible.
Solo tenemos las herramientas preventivas como el distanciamiento social y
el buen uso de la mascarilla”, resalta. Los turnos para los efectivos militares pueden resumir en tres: Uno que parte a las seis de la madrugada hasta las 14:00 horas; otros se encargan de los sectores focales durante el día y un tercero que se desempeña hasta el toque de queda.
Constantemente Yasna Toro, Cabo 2° de Carabineros y parte del contingente de la primera Comisaría de La Serena, llama a Curicó para comunicarse con su familia. Es la única mujer
del clan familiar que eligió el uniforme.
Hoy lleva cinco años en la institución.
“Vocación y servicio” son las razones principales que alude para explicar un abrupto cambio en su vida profesional, pues dejó su carrera técnica de Laboratorista Químico, que incluyó un empleo estable, para ayudar, dice, a la ciudadanía. “Obviamente que al ingresar me enamoré mucho más de la institución. Mi principal interés era lo humano, el tener contacto con la gente y ayudarla. El trabajo que estamos realizando es la prevención a la ciudadanía, poder ayudar para evitar a la propagación de este virus. Controlando y fiscalizando”, sostiene.
Sus compañeros de trabajo y una pareja –también uniformado– son su
compañía más próxima en La Serena. “En Curicó, mi familia se preocupan mucho de cómo me encuentro, sobre todo mi madre, porque ya hace siete meses que no nos vemos. Desde
que comenzó esto no he podido viajar, por prevenir porque tengo contacto con
mucha gente. Antiguamente, trabajaba en los turnos de las bicicletas y teníamos un horario que nos permitía tener libre fines de semana por medio, y eso lo ocupaba para ver a
mi familia”, lamenta. Es el otro costo negativo de la pandemia. Su confianza está en prontamente volver a