El dirigente del Movimiento Patriótico Manuel Rodríguez estuvo dos años recluido en la ex cárcel de La Serena. Señala que su generación alcanzó a estar protegida al interior del recinto, ya que se daban a respetar. En 1990, Vega protagonizó una fuga desde el penal junto a una compañera.
Maritza Luna
La ex cárcel de La Serena está a punto de ser demolida para que se construya ahí un moderno centro médico de diagnóstico y tratamiento. Coincidentemente, este año se conmemoran 40 años del golpe de Estado, y este recinto jugó un rol fundamental, al ser centro de reclusión de presos políticos hasta una vez terminada la dictadura.
Uno de aquellos presos, quien permaneció un par de años en aquel lugar, y que incluso logró fugarse de ella, fue Luis Vega González, de 51 años, conocido ex integrante del Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR), desde inicio de los años 80.
Producto de su condición, fue detenido el año 1988 por los servicios de seguridad de la época.
«Se me acusó de ser parte de unidades de combate, por porte de arma y explosivos, pero la causa de mi detención es porque era parte de una organización contra la dictadura. Mientras estuve detenido, la Concertación nos prometió que iniciada la democracia, los presos políticos saldríamos en libertad. Nada de eso ocurrió y desde la cárcel de La Serena protagonizamos una fuga que fue planificada con la gente que solidarizaba con los presos políticos».
«Nosotros fuimos quienes luchamos y finalmente fuimos los excluidos. Durante todos estos años nos han tratado como terroristas, delincuentes, siempre criminalizándonos y mostrándonos como personas que no tenemos un proyecto político».
Después de la fuga, los integrantes del FPMR tomaron la decisión política de salir de la clandestinidad a la vida pública. Las fuerzas armadas de lucha ya no existían porque no había dictadura. Una parte del frente pasó a llamarse Movimiento Patriótico Manuel Rodríguez.
Luego de unos meses en libertad, Vega fue igualmente perseguido y detenido en el gobierno de Ricardo Lagos, por los mismos cargos que fue procesado en dictadura. Se encontraba en una conferencia de prensa en la Universidad Arcis, cuando fue detenido.
Hoy, emocionado, nos relata su paso por la cárcel y sus inicios en la lucha antidictadura en la segunda generación de quienes se opusieron al sistema militarizado (la primera fue de quienes enfrentaron directamente el Golpe en 1973).
¿Cómo y cuándo ingresa usted a las manifestaciones políticas?
«Yo ingresé cuando estudiaba en la enseñanza media, como en el año 78 ó 79 (vivía en el sector sur de Santiago), fundamentalmente, porque yo crecí como joven que desperté a la conciencia política, con toque de queda, con represión, en un país donde no había libertades y en esa búsqueda de cambiar eso, me hice militante de la Juventud Comunista en un principio, e iniciamos todo un proceso de concientizar a la población por medio de trabajos culturales y parroquiales (…) luego nos fuimos preparando para confrontar a la dictadura en diversos estamentos».
¿En qué momento pasa a formar parte del Frente?
«Me acuerdo que en septiembre del año 83, yo dejo de ser parte de la Juventud Comunista y pasamos a constituir las primeras unidades del Frente Patriótico Manuel Rodríguez, y en diciembre de ese año se da a la vida pública. Y es ahí que en año 84 soy enviado al norte de Chile como instructor para organizar las primeras unidades del Frente en La Serena hasta Antofagasta, organizando los primeros grupos».
¿Cómo fue su experiencia al llegar a La Serena?
«Aquí comenzaron a caer los primeros grupos. Recuerdo que conocí al transportista Mario Fernández, quien nos ayudaba logísticamente con su casa, fue la primera persona cercana que veo en la tele que la asesinan».
¿Cómo se vivía ese ambiente en la ciudad?
«Aquí había dos características. Una era que había pasado la Caravana de la Muerte en donde asesinaron a un número importante de dirigentes políticos y sociales en la Unidad Popular, y eso marcó mucho lo que fue la represión acá. Había dos sectores que estaban vetados para mí, la Universidad de La Serena y la Antena, lugares que estaban muy reprimidos. En Coquimbo y Tierras Blancas era donde había más actividad política. No era fácil reunirse».
Vega fue detenido en 1988 en La Serena. Estuvo desaparecido varios días. Permaneció en Investigaciones (interrogado por la CNI). Recibió torturas que no lograron obtener información. «Yo era joven, por lo que no me hicieron mayor daño», comenta. Luego fue llevado a Santiago y regresado a La Serena. En varias ocasiones permaneció incomunicado, hasta que se fugó junto a una mujer el 20 de marzo de 1990. Recién el año 95, finalizó su proceso.
¿Se torturaba efectivamente en la cárcel?
«Nosotros teníamos una estructura política dentro, estábamos muy consolidados. La tortura tiene diferentes formas, desde tenernos semanas incomunicados es una forma de tortura. Nosotros veníamos periódicamente a la Fiscalía (Militar) a declarar –en mi caso nunca declaré al fiscal- y eso me valía muchas veces irme incomunicado y esa era una forma de amedrentarme. Pero producto de la solidaridad y el apoyo que había en la cárcel, logramos de cierta manera estar protegidos. Teníamos apoyo de Amnistía Internacional, ya que nosotros éramos prisioneros de guerra (…) teníamos un entorno político y social muy grande».
¿Cómo se vivía el hacinamiento?
«Cuando yo estuve había más de mil personas. Cuando uno entraba a la cárcel decía capacidad para trescientas y tantas … Era una cárcel hacinada, que tenía condiciones inhumanas, era una cárcel que tenía niños, tenía una sección menores en donde había niños de siete años que convivían con jóvenes de 18 años».
¿Y por qué había menores?
«Porque los recogían de las calles y en ese tiempo no había hogares de menores».
¿Cómo funcionaba su
organización al interior del penal?
«Nosotros estábamos organizados. Yo fui en varias oportunidades vocero de los presos, entonces nosotros no teníamos relaciones personales con Gendarmería, que logramos que nos reconocieran como presos políticos (…) nosotros nos hacíamos respetar, nos costó huelgas de hambre a nivel nacional, celdas de castigo, aislamiento. Para nosotros, la cárcel fue un lugar de combate, de lucha, desde el primer día yo sabía que no había entrado a sufrir sino a una nueva forma de luchar, que tenía que enfrentarme».
¿Con cuántos presos políticos usted alcanzó a compartir?
«Máximo unos 15 ó 16, había dos mujeres en una sección aparte. Ese era el grupo humano con el cual nos relacionábamos en la cárcel (…) había algunos compañeros con penas, otros con procesos en curso, eran juicios irregulares en que no cumplían con las normas jurídicas internacionales».
¿Cómo se da el momento de su fuga?
«Nosotros nos preparábamos para estas eventualidades. Había una coyuntura política en que se nos decía que terminando el régimen íbamos a quedar en libertad, lo que decía la Concertación en ese tiempo y nosotros teníamos la certeza que eso no iba a ser así, y nosotros nos preparamos para materializar una fuga (…) Una vez que asume (Patricio) Aylwin en el país se da algo no había ocurrido en otros en que terminaba una dictadura, en todos los países en que las dictaduras caían, las cárceles se abrían para los presos políticos, y eran recibidos como héroes. Aquí se negoció para que los presos políticos permaneciéramos en las cárceles y fuéramos tratados como terroristas, y tras esa circunstancia, quedamos detenidos. Para nosotros no llegó la alegría».
¿Cómo se ejecutó el plan?
«Cuidadosamente lo habíamos elaborado. Si bien fuimos dos quienes nos fugamos, participaron cientos de personas. Organizamos una visita masiva, mucha gente adentro y afuera, nos caracterizamos. Mucha gente sabía de esto, y su rol era llenar la cárcel, había muchas redes de apoyo, la gente de afuera se manifestaba por los presos políticos. Nosotros nos caracterizamos, con lentes, pelucas, traídos por la gente, ellos mismos se encargaron de distraer a los guardias, y así logramos pasar las cuatro rejas o puntos de control, saliendo con la visita. Nosotros falsificamos la ficha, logramos hacer un tumulto ahí, entregamos la ficha sin recibir el carnet, y justo cuando salimos cerraron la puerta principal para ordenar el tumulto. Una persona nos guiaba y nos llevó a un vehículo, y de ahí a una casa de seguridad».