Crecido en la villa Miguel Munizaga de San Miguel, Tapia se proclama como el único miembro del conjunto que vivió en un barrio realmente violentado por la dictadura.
Miguel Tapia (48) escarba en el pasado, retorna al presente, mira el destino de los dos músicos más importantes que conoció en su vida: Jorge González y Claudio Narea, y detecta una paradoja: “En los 80 fui el único de los tres que tenía claro que quería formar una banda y que siempre empujó para que eso pasara. Ahora, ya adultos, ellos dos son mucho más animales de escenario, les gusta tocar y armar proyectos, mientras que yo amo estar alejado en mi refugio”.
El baterista contempla la parcela de casi cinco mil metros que compró en una de las zonas más reposadas de Pirque y donde no solo asoman sus dos caballos, Trueno y Tormenta, sino que también la amplia casa que él mismo construyó durante un año. Ahí, distanciado del alboroto capitalino, pasa un tramo importante del año y solo sale para trámites de relativa urgencia, como cuando en la última semana partió a comprar el disco La voz de los 80 para un regalo personal. “Llegué y a la niña de la tienda le dije: ‘¿Dónde tiene algo de este grupo tan encachado y estos gallos tan guapos llamados Los Prisioneros?’”, relata. La vendedora no lo reconoció. “Entonces le fue preguntando a otra y a otra y recién la tercera flaca sabía quién era yo. La gente me conoce poco y yo nunca me he creído la raja por haber sido de Los Prisioneros. Hay personas que se juran increíbles por bastante menos, pero yo no transo esa tranquilidad”.
Un rol que la historia ha etiquetado como secundario en la banda más trascendente del rock chileno, casi en las antípodas de la exposición mediática que ha perseguido a sus socios históricos, pero que por primera vez adoptará un carácter protagónico: Miguel, San Miguel, la película de Matías Cruz en torno al trío y una de las cintas locales más esperadas de la temporada, se centra en la vida de Tapia y el 2 de octubre inaugurará el Festival de Cine de Valdivia, con posible estreno masivo para el mes siguiente. El hombre que alguna vez cantó ¿Quién mató a Marilyn? se juntó tres veces con el realizador para detallarle su historia y ya ha visto el filme en dos oportunidades.