Un importante avance para la concreción de la unidad de Medicina Hiperbárica del hospital San Pablo de Coquimbo (que tiene un presupuesto de M$378.182 aportados por el Estado), fue informado ayer por el director regional (s) del Servicio de Salud, Claudio Arriagada, como es la pronta resolución de un segundo proceso de licitación con dos empresas para comprar la cámara hiperbárica, por un monto de $378 millones y fracción.
“Primero hay que decir que ya se está construyendo el lugar en el que va estar la cámara, que cuenta con cerca de un 10 por ciento de avance, y después de una primera licitación que resultó desierta en septiembre del año pasado, ahora realizamos un segundo proceso licitatorio que está ad portas de resolverse. Yo creo que en dos semanas estaríamos en condiciones de adjudicarlo, ya que tenemos a dos empresas oferentes que califican”.
Arriagada manifestó estar optimista en cuanto a la concreción del proyecto, en vista que los postulantes dan todas las garantías y la solvencia de rigor, “estamos tranquilos como Servicio, ya que con estos dos oferentes si se va poder emplazar la cámara, es así que una de las empresas tiene representación nacional y la otra es del extranjero, lo que va implicar que la empresa que adjudiquemos va a empezar a fabricar la cámara coordinándose con la construcción del recinto donde va a funcionar, y por eso, para el segundo semestre del 2019 podríamos tener el equipo acá para empezar a ponerla en marcha sin más demoras”.
En ese sentido, la autoridad explicó que el personal de salud del hospital San Pablo, que operará el aparato y que tendrá a cargo la unidad de Medicina Hiperbárica, ya fue capacitado con presupuesto del gobierno, “todo va de forma paralela con la capacitación del recurso humano del hospital, tanto de enfermeras como de paramédicos, los que van a hacer pasantías en el hospital Naval de Viña del Mar, y también tenemos cuatro médicos del mismo recinto que ya hicieron un diplomado en medicina hiperbárica, y que en este año también van a hacer una pasantía en el hospital de Viña”.
Pasando a la estadística de personas afectadas en promedio al año por el “mal de presión” o síndrome de descompresión ina-decuada, el director dijo “acá todo parte por llamar al autocuidado a los buzos artesanales, que siempre deben respetar los tiempos de las tablas de descompresión dispuestas por la Armada para ascender de forma segura a la superficie, es así que en el último tiempo, al año, tenemos, más o menos entre 10 o 30 pacientes, pero lo otro que hay que destacar es que la cámara no solo va a beneficiar a los buzos mariscadores afectados por el síndrome, sino que también puede ser usada para terapia de oxígeno para pacientes con otras patologías, como pie diabético, por lo que la cartera de prestaciones de la unidad de Medicina Hiperbárica va a ser ampliada, enfocada a otros grupos de la comunidad también”.
Gas inerte que queda alojado en el organismo
El síndrome de descompresión ocurre por la formación de pequeñas burbujas de gas inerte, principalmente nitrógeno, en el torrente sanguíneo del cuerpo humano, producto de un rápido ascenso o de no realizar un debido proceso de descompresión bajo el océano.
Es así, que cuando ese gas inerte es sometido a cierta presión, como a la que está expuesto un buzo que respira aire comprimido de un tanque a determinada profundidad, comienza a licuarse, pasando en una segunda etapa a ser un líquido que queda alojado en las sangre y tejidos, a través del proceso de respiración, en un tiempo más o menos prolongado dependiendo de la profundidad.
Por este motivo, el buzo que no realizó el proceso inverso de conversión del nitrógeno de líquido a gas en los pulmones, queda con ese residuo en la sangre y tejidos de diversas partes del cuerpo, lo que obliga a introducirlo, en el menor tiempo posible, en la cámara hiperbárica, aparato en el que con previa información de la profundidad y condiciones de donde ocurrió el accidente, el paciente será sometido a la misma presión a la que estuvo expuesto bajo el mar.
Luego el operador del aparato va disminuyendo la presión en el interior paulatinamente, imitando la subida del buzo a la superficie, de manera que las burbujas de nitrógeno desaparezcan de la sangre y los tejidos y regresen a su estado gaseoso a través de los alveolos pulmonares.