Marcela Cortés (52), docente del Liceo Nicolás Federico Lohse Vargas, resultó con el 45% de su cuerpo quemado en una explosión en el sector de Gastronomía del establecimiento. Han pasado casi cinco meses desde el fatídico accidente y por primera vez se refiere públicamente al duro episodio que cambió su vida para siempre y que hoy la tiene en la incertidumbre de lo que hará en el futuro. Está optimista y asegura que su corazón le dice que debe regresar a las aulas.

«Sentía que me iba desdoblando, saliendo de mi cuerpo, mientras me iba quemando de arriba hacia abajo. Pensé que me había muerto». Con estas palabras, la profesora Marcela Cortés (52) expresa por primera vez públicamente lo que vivió aquel aciago 26 de abril, cuando iniciaba su jornada laboral en el Liceo Nicolás Federico Lohse Vargas, de Los Vilos, tal cual solía hacerlo desde hace 30 años, cuando llegó desde La Serena a trabajar a la Provincia de Choapa siendo una novel docente, y nunca más se fue.

Claro, su vocación era enseñar, particularmente la repostería, y encontró un lugar indicado en el establecimiento técnico. Le entregó sus mejores años a su profesión y a sus hijos. Se encontraba estable económicamente, sus pequeños crecieron, lograron estudiar en la universidad y mantenía su vida en orden. Por ello hoy, consciente de lo que le ocurrió, asegura que estar viva es un milagro, el que agradece, pero afirma que el accidente, que le costó el 45% de su cuerpo quemado, pudo haberse evitado. De hecho, el caso ya está judicializado y los presuntos responsables deberán responder ante la justicia.

Una nueva vida

Marcela ha pasado prácticamente 5 meses en cama, y por estos días, ya de vuelta en Los Vilos luego de más de nueve operaciones, intenta recuperar en la medida de lo posible algo de independencia. Incluso su decisión de no hablar con medios de comunicación anteriormente se debía que tenía un expansor en los labios y no quería ni quiere «aparecer como la pobrecita» delante de nadie. Es orgullosa y se le nota en su voz, en sus tonos, y sus tímidos llantos que van y vienen en medio de los recuerdos. Su vida cambió completamente, ya que ahora está en terapia todo el día y ya no resuena la campana del colegio que le hacía caminar hacia las aulas, precisamente donde tuvo lugar la fuerte explosión que destruyó todo el sector de gastronomía del Liceo.

Esa mañana se dirigió a la zona del gas para poder trabajar con los alumnos, y antes que ellos llegaran, todo estalló y el fuego se expandió incluso a través de ella, quien después de todo, les salvó la vida a sus queridos estudiantes, llevándose, eso sí, la peor parte.

¿Se veía venir?

El hecho no sólo se tomó la agenda noticiosa local, sino que también la nacional. Los matinales cambiaron su programación habitual para transmitir en vivo lo que ocurría en Los Vilos, donde en principio se hablaba de más alumnos con lesiones graves, sin saber aún que la única herida de gravedad era la maestra de la clase, la profe Marcela, quien ese mismo día fue trasladada al Hospital del Trabajador en la Región Metropolitana.

Reuniones tras reuniones para encontrar responsables, pero desde el principio, incluso en las declaraciones de Bomberos, se manifestó que la causa de la explosión habría sido una fuga de gas por malas instalaciones, algo que ya habían advertido desde la comunidad docente y, especialmente, también la profesora Marcela.

Sin rencor

No guarda rencor, pero sí quiere justicia, «aunque en este momento los más importante es continuar rehabilitándose, para ver si en algún minuto se puede volver a hacer clases», pero aquello solo lo sabría en el lapso de dos años, según le advirtieron los médicos, fundamentalmente para saber si sus manos serán de nuevo totalmente funcionales. Por lo pronto, hace lo que tiene que hacer y ve algunos avances. «Por lo menos ya estoy empezando a bañarme y secarme sola, hasta el momento. Vestirme aún no puedo sola, porque es una ropa especial, compresiva y cuesta más. Luego las terapias, que son todos los días, de lunes a viernes, y bueno, a veces el sábado, que viene una kinesióloga a mi casa, porque esa la pago yo, no la cubre la Isapre. Y, lamentablemente, si quiero volver a la docencia, recuperar la movilidad en mis manos, debo costearlo. Pero estoy en la incertidumbre, además también hay miedos que quedan, porque yo todavía recuerdo lo que ocurrió y siento miedo, siento el dolor del cuerpo que se quemaba, pero mi corazón me dice que sí, que quiere volver a hacer clases», manifiesta la profesora.

El futuro

Se refugia en su familia. En los que han estado con ella durante este tiempo y seguirán estando ahora mientras pasan los meses y los años y se ve cómo evoluciona. Pero tiene fe, sabe que «las cosas pasan por algo», y envía un mensaje en general para que cosas como estas no vuelvan a ocurrir.

«En realidad los colegios técnicos deben fiscalizarse más. Deben cumplir con las multas que corresponden cuando hay algo en mal estado. Los profesores no nos podemos encargar de cosas que no debemos, como las instalaciones u otras cosas. Aquí se debe aplicar una mayor prevención», finaliza Marcela Cortés, cuyo corazón desea volver a las aulas, pero no sabe si su destino le tendrá preparado otros caminos. La vida cambia de un día para otro, y ella más que nadie lo tiene claro.

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