Experto del Hospital de Ovalle alerta sobre las graves consecuencias que esto podría traer para la salud pública, especialmente en los jóvenes, «ya que la probabilidad de muerte por una intoxicación es extremadamente amplia», advierte.
Fue en noviembre del año pasado, que una sustancia de color verde llamó la atención de las policías durante un decomiso de drogas en Santiago.
La sustancia fue enviada para su análisis a dependencias del Instituto de Salud Pública (ISP), y tras la revisión de los especialistas, se determinó que el polvo contenía una serie de elementos, como cafeína, morfina, heroína, etizolam, xilacina y fenilpropanolamina, pero particularmente uno de sus componentes llamó la atención de los especialistas: el fentanilo.
Y aunque todavía no es muy comercializada en el país, si se la compara con otras drogas, los especialistas sí llaman al cuidado y la prevención, «ya que la probabilidad de muerte por una intoxicación de fentanilo es extremadamente amplia», cuenta Camilo Fajardo, químico farmacéutico clínico del Hospital de Ovalle.
Explica que el fentanilo es una droga creada como fármaco, que viene de la familia de la morfina, y si bien es un opiáceo, a diferencia de la morfina, es sintético, «pero se creó en base a este tipo de moléculas para el alivio del dolor, como un analgésico, principalmente en molestias quirúrgicas, y se ocupa mucho para el dolor oncológico por su potencia».
Por ejemplo, cuenta que en el hospital, y en la mayoría de los hospitales del país, se ocupa precisamente en oncología, «por cuanto es una de las principales drogas para mantener una ventilación mecánica en pacientes bajo intubación adotraqueal, con ventilación mecánica invasiva en UCI».
Riesgo y toxicidad
La inquietud para ellos es justificada, porque es 75 a 125 veces más potente que la morfina y 40 veces más que la heroína.
«Lo que pasa es que, al ser un fármaco sintético, es mucho más potente que los demás opiáceos, por lo que es altamente adictivo. Una sobredosis de fentanilo puede llevar a una muerte clara, ya que los opiáceos producen depresión respiratoria, así que su uso no controlado puede llevar a una depresión respiratoria en una circunstancia que no se va a poder controlar».
Además, en el mejor de los casos puede producir pérdida de memoria, somnolencia y adicción, con un dependencia física y psicológica bien fuerte.
Ahora, si la persona lo mezcla con alcohol y otras drogas, «sin duda que potenciaría mucho su efecto. De hecho, el boom en Estados Unidos hoy en día es mezclarlo con heroína, que también viene siendo como un análogo de estas drogas y aumenta su potencia, su riesgo y toxicidad».
Sí aclara que es muy difícil que la gente tenga libre acceso a esa droga, además de venderla en el país.
«Existen presentaciones, como en comprimidos, parches y ampollas, pero todas son bajo recetas cheques, que no es una receta normal, sino una receta que está bajo el control de estupefacientes y normada por la Ley 20.000, así que su acceso a ella es solamente con una receta que es de carácter muy retenida».
Y si bien es cierto que la gente lo consume porque inicialmente entrega efectos de euforia, ultra felicidad y se siente un bienestar casi brutal, argumenta el profesional que «al cabo de dos horas los efectos adversos son muy nocivos para el organismo y ejerce una dependencia muy grande, que cuesta mucho salir de ella».