Rosita Serrano, la cantante chilena que encantó a Hitler

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MAGAZINELa primera vez que Pablo Berthelon vio a su tía abuela Rosita Serrano fue a los seis o siete años y se sintió impresionado: “Era una señora muy extravagante, con aires de diva, vestida con pieles, tres o cuatro perritos y un turbante en la cabeza”, recuerda. A principios de la década del 80, la ex diva era un mito familiar que sólo con los años dimensionó.

Nacida como Ester Aldunate del Campo en 1914, Serrano llegó en 1936 a Alemania, donde se había instalado su madre, la cantante lírica Sofía del Campo. Pero no quería nada con la ópera y armada de su guitarra -como ella misma recuerda- se plantó afuera de una radio berlinesa hasta que la hicieron cantar. Fue un éxito. A los pocos años, ya rivalizaba con Marlene Dietrich sobre quién era la cantante más famosa del nazismo: llenó el Estadio Olímpico de Berlín, grabó discos y filmó 10 películas.

Su belleza y porte (medía 1,80 cm) hizo el resto, y así Rosita Serrano fue admirada, pero debió convivir con el horror nazi. Luego, sufrió la pérdida de toda su riqueza y un declive que la hizo transitar por una pobreza tal, que debió vivir sus últimas días de la caridad de sus amigos, en Chile. De todo ello se nutre el documental Rosita, la favorita del Tercer Reich.

“La película se sustenta en eso, en una historia de triunfos y fracasos, de estar muy arriba y luego muy abajo”, dice Berthelon, quien luego de pasar por los festivales IN-EDIT y Fidocs estrena hoy su cinta en dos salas: Centro Arte Alameda y Cine Arte Normandie.

Pródigo en material de archivo, el filme recupera viejas filmaciones de archivo (algunos de la propia Rosita Serrano), como apariciones en programas de TV y películas, con algunas frases para el bronce: “La política nunca me interesó. Sólo la música, el amor y los hombres guapos”, dijo sobre su posible simpatía con el régimen de Hitler.

Lo cierto es que “el ruiseñor chileno”, como la llamaban, pudo acceder a las altas esferas de la jerarquía nazi (decía que Goebbels la recibía cuando ella quería), obtuvo regalos personales y coqueteó con el poder. Pero a la vez, según el filme, ayudó de forma clandestina a los perseguidos judíos de Alemania: cuando fue a Dinamarca a cantar para ellos, la SS se enteró y le negó el regreso al país, su villa y su dinero fue confiscado y de un día para otro, cayó en la pobreza. Permaneció en Suecia hasta el final de la guerra y fue condecorada por el rey Gustavo VI.

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