Es habitual verlo recorrer las calles de La Serena. Su tradicional bicicleta, un casco de la construcción con remolino, su nariz roja y un particular pito, no dejan a nadie indiferente. Eso es justamente lo que no quiere, pues dice que esa es su mejor publicidad.
Es que la gente, los niños y los turistas lo buscan para sacarle fotografías. Osvaldo del Rosario Espejo es conocido cariñosamente como el «Tata Afila». Nació el año 1936 en la comuna de Paihuano, aunque la mayor parte de su vida ha vivido en la comuna de La Serena.
Hoy, cuando ya ha cumplido 80 años, nos cuenta orgulloso lo que ha sido su vida desenvolviendo uno de los oficios más nobles y casi olvidados; el de afilador de cuchillos y tijeras.
«Yo estuve 40 años vendiendo diarios y hubo un tiempo en que estuvo mala la economía y para ayudarme lo único que sabia hacer era arreglar herramientas. Hace más de 20 años que estoy trabajando en esto, arreglo cuchillos, tijeras, todo lo que tenga filo. Me ha ido bien, es comercial, porque no hay competencia, voy a domicilio, la gente me puede llamar a mi celular y ando con la publicidad en la bicicleta», nos cuenta don Osvaldo, mientras afila unas tijeras en el café Rapsodia.
De la comuna de Paihuano dice no tener muchos recuerdos porque sus padres se trasladaron a La Serena cuando tenía algo más de un año. Su trabajo hoy lo inicia pasadas las 9 de la mañana, aunque durante muchos años, mientras fue suplementero, se levantó a las cinco de la madrugada.
«Mis padres eran de Paihuano, ella era empleada doméstica. A mi papá no lo conocí, pero mi madre dice que se fue para el norte a trabajar a las salitreras y falleció. Tengo cuatro hermanos, hay tres por acá y otro en Santiago. En mi casa ahora somos dos, los hijos ya están grandes, ya tienen casa propia, se llaman Alonso, Magaly y Angélica. Veo a los nietos una vez a la semana», nos cuenta orgulloso de la familia que ha forjado.
Su oficio dice que se lo debe a la casualidad. «Cuando era pobre, un día quería cortarme el pelo y las tijeras no cortaban…al otro día volvía a intentar y pesqué una lima y quedó mejor. Desde entonces arreglo todo lo que tenga filo. Antes usaba un esmeril manual, pero había tijeras que se rayaban por la piedra y no le sacaba filo. Por eso se me ocurrió modernizarme, y ahora uso un taladro. Los arreglos quedan muy buenos y duran como seis meses», indica.
Su recorrido lo lleva por La Serena Centro, Vista Hermosa, Bosque San Carlos, Tierras Blancas y Las Compañías, aunque esta última la evita por la gran cantidad de subidas. Por la tarde, para llegar a su casa en la Antena, hace dedo a los automovilistas en la subida a un costado del Parque Coll.
Osvaldo Espejo también recuerda cuándo y por qué decidió ponerle remolinos a su bicicleta y casco.
«Cuando vendía diarios iba a los desfiles en la plaza y veía que los niños estaban con la banderita y el remolino, se venían muy bonitos. En esos años tenía moto y cuando llegaba con el diario los niños se asustaban con el sonido del motor y se ponían a llorar, y me acordé de los remolinos, hice uno de lata y al otro día fui y los niños me saludaban. Estos remolinos en la bicicleta producen sonrisas…me gusta que me muestren los dientes. La gente se porta muy bien, a veces me dan bebidas o un «sanguchito» para tener más fuerza para pedalear», señala.