Alguien atacó golpeándola con un fierro o un palo, a la joven madre jefa de un modesto hogar ubicado al fondo del terreno o huerto. Estaba con sus dos hijas en la mediagua de madera. Una de las hijas también fue brutalmente golpeada y muerta en el acto. La otra, producto de heridas y quemaduras, falleció días después en el hospital.
Quien cometió ese crimen trató de borrar huellas prendiendo fuego a la casa. Vecinos que transitaban por el sector alertaron a bomberos y carabineros, pero ya era tarde.
Nunca se supo del autor de estos hechos. Ante las policías y la justicia desfilaron numerosas personas.
En la búsqueda de pistas o de culpables se involucró directamente el Intendente de la época, el periodista Eduardo Sepúlveda Whittle, quien exigía al Ministerio del Interior enviaran a la zona a los mejores investigadores. Si hasta videntes opinaron. Toda la zona se conmocionó con el homicidio de Navidad.
Hasta ahora sin resolver.
Desde luego, muchas hipótesis se plantearon. Incluso se habló de temas asociados a droga, pero nunca nada se pudo probar, pese a que cada año se reabría el caso.
El primer sospechoso era el marido, Salvador Gálvez, pero éste a esa hora iba con su camión llevando gente a Andacollo. Vivían cuidando ese terreno y por esos días salía a trabajar. El sector era de huertos poco poblados. La ciudad prácticamente llegaba a calle Huanhualí por el sur.
El terreno pertenecía a una familia que tenía tienda en el centro de La Serena.
Hoy, a cincuenta años de aquella tragedia, los cuerpos de Dagna Olivares Gajardo y sus hijas, Silvia Inés y Miriam Cecilia, descansan en el Cementerio de La Serena.
Antes, habían estado sepultadas en el cementerio de Algarrobito de donde era su rama materna. Más adelante y aprovechando una exhumación de los cuerpos el esposo y padre, Salvador Gálvez, determinó el traslado al cementerio municipal.
Dagna tenía golpes profundos en brazos y cabeza al igual que sus hijas. Incluso se encontró cuero cabelludo en un madero que soportaba el techo. La casa se quemó parcialmente. Carabineros y bomberos cambiaron la escena del crimen. Eran otros tiempos, desde luego.
¿CRIMEN
PERFECTO?
Esta moche, 24 de diciembre, se cumplen exactamente 50 años de uno de los crímenes más cruentos y enigmáticos ocurrido en la ciudad de La Serena.
Aquel 24 de diciembre de 1966, en la llamada Chacra Julieta (Las Higueras y Gabriel González Videla) son salvajemente asesinadas Dagna Olivares de 33 años y sus hijas Silvia Inés (9 años) y Miriam Cecilia de 4 años. Esta última falleció tres días después.
El periodista Luis Villagrán, que en esos años comenzaba su carrera, en los años venideros tuvo que rehacer la historia varias veces. Recuerda que pese a las diversas investigaciones, interrogatorios y diligencias de la Policía de Investigaciones, gente que estuvo incomunicada, expertos traídos de Santiago, nunca se ha podido establecer fehacientemente qué fue lo que ocurrió al interior de esa vivienda y menos quién o quiénes fueron los responsables. Todo lo que se comenta no pasa de eso, de ser comentarios sin fundamentos. Lo concreto son las víctimas y el incendio y, un testigo que nunca ha hablado públicamente: el ayudante de Galvez.
Cabe recordar que en esos años aún no había sido creada la Brigada de Homicidios por lo que no se usaba la tecnología actual para trabajar el sitio del suceso.
Los policías reconocían que el trabajo en el lugar fue muy difícil debido al incendio que se registró en la vivienda.
Fueron dos músicos de orquestas populares que caminaban por González Videla, los que al ver humo salir por la ventana de la vivienda se pusieron en alerta y dieron aviso a Bomberos.
Uno de los primeros en llegar al lugar del crimen fue el periodista Alejandro Pino Uribe, hoy concejal de La Serena y en esos años adedmás, comandante regional de la Defensa Civil de Chile.
«Se vivía una larga huelga de los hospitales y estábamos destacados, apoyando la atención de pacientes en el Hospital de La Serena. En la madrugada del día 25, día en que terminaba la huelga, un motonetista informa que hay un incendio en sector de Chacra Julieta y personas heridas. El médico de turno me encomienda concurrir en una ambulancia con algunos voluntarios para verificar la denuncia. Previamente me advierte que si alguien está fallecido no se le debe mover del lugar».
«El cuadro que encontramos en el lugar impresionaba. Era una modesta cabaña con piso de tierra, cruzando la puerta había una mesa aún puesta con restos de una cena de Navidad…
Siguiendo a la derecha una pieza, creo que con tres camas, Semi recostada con la parte inferior del cuerpo apoyada en el suelo de tierra estaba la madre con la parte superior del cuerpo quemada y muy golpeada con algún elemento contundente…
Debí constatar si se encontraba con vida para hacer traslado inmediato al hospital. Se puede constatar si hay vida tomando el pulso en una arteria del cuello, o en un brazo, pero ello no fue posible y lo terminé haciéndolo, ella se encontraba descalza, me pareció percibir una pulsación muy débil pero luego de un minuto no había signos de vida», nos relata.
Pino también recordó que una de las menores quedó con vida, aunque en muy mal estado.
«Nos dieron la dirección de una casa cercana donde se había trasladado con vida a otra de las hijitas, pero con heridas y graves quemaduras, ya que luego de la criminal agresión se prendió fuego al lugar… Me tocó firmar con el médico de turno el certificado de defunción de las víctimas. Cuando me retiré de Chacra Julieta aún no llegaba la policía…
El crimen me impactó tanto que ese día no fui capaz de dar la noticia. Recuerdo que se entregó el hospital al personal que volvía de la huelga y yo me fui a dormir y no pensé en la parte periodística, lo humano me había abrumado».
El profesional asegura que cuando salió de la casa aún no había llegado Carabineros y muchos curiosos ingresaron al lugar contaminando todas las huellas primarias.
SOSPECHAS
Durante gran parte de la investigación las sospechas se centraron en el esposo y padre de las víctimas, Salvador Segundo Gálvez.
Fue detenido varias veces, pero la falta de pruebas lo dejaron en libertad.
En las pocas entrevistas que dio a la prensa siempre aseguró ser inocente. «Costó mucho lograr que dijera algo, siempre se le vio callado, sin gestos en el rostro», recuerda un periodista.
Las dudas también recayeron en el joven peoneta, Alejandro Macaya, quien vivía allegado a la familia Gálvez Olivares.
A este logramos ubicarlo acá en La Serena y conocimos brevemente su visión sobre este suceso que marcó su vida.
Lo cierto es que nos había enviado un mensaje condicionando que fuese un determinado periodista. Pero algo pasó que cuando llegamos su disposición no era la que esperábamos encontrar. Respetamos su silencio. Aun así, hablamos con Alejandro Macaya.
Vive con su familia en La Serena y hace 30 años se dedica al rubro gastronómico. .
«No me gusta hablar de este tema, lo pasé muy mal y por eso he dado vuelta la página. Me tuvieron a punto de enfrentar a un pelotón de fusilamiento, porque aunque tenía 15 años, antes no importaba la minoría de edad. Espero me entienda pero no es algo que quiera recordar en este momento. Es algo que me afecta… yo estoy muy agradecido de esa familia (Gálvez)», dijo a LA REGIÓN.
Su señora, quien lo acompaña en el negocio, también nos habla… «No quiero que se hable más de esto…. No son buenos recuerdos, me hacen mal… y también a mis hijos»….
Dagna Olivares nació en Algarrobito. Tenía cinco hermanos. Una vez que ocurrió el crimen, sus restos y el de sus dos hijas fueron sepultados en el pequeño cementerio de la localidad. Sin embargo, luego de una exhumación decretada como parte de la investigación, el padre de la familia decide trasladarlos hasta el Cementerio de La Serena donde se encuentra.
En Algarrobito aún vive su hermana mayor, Inés. Llegamos hasta su casa y conversamos brevemente con ella.
«Cuando fue el momento, mi padre los trajo hasta este cementerio, pero como después se hizo una exhumación de los cuerpos, el esposo los llevó para el cementerio de La Serena. Para mí este día es muy triste, además, coincide porque después de 20 años de ocurrido esto, mi padre también muere el mismo día. Es muy triste. No quiero recordar nada de ese día… Pero siempre me acuerdo de mi hermana, siempre le encargo misas…. Como este domingo….», nos dice.
Pese a que el caso fue cerrado y reabierto en varias oportunidades, nunca se logró dar con la pista definitiva que diera con él o los responsables de este horrendo suceso policial…. Para algunos sigue siendo el crimen perfecto.
Yo y mi tío(ya fallecido), le salvamos la vida a don Salvador Gálvez. Un día visitamos el cementerio con el hermano de Dagna , René Olivares,quién le había dejado unas flores ya veníamos de regreso, cuando a la distancia venía don Salvador Gálvez, cuando ya se acercaba a unos 8 metros, René que llevaba unos lentes muy oscuros ocultando el dolor por la muerte de su hermana se mete la mano al interior de su vestón y empuña un revólver, de inmediato le digo a mi tío que tenía empuñada el arma y logramos convencer a René que era de gran estatura para que desistiera de esa acción tan temeraria, claro ya han pasado 50 años y aún recuerdo ese episodio, participé para salvarle la vida a una persona en el interior del cementerio de La Serena, yo tenía 18 años, voy a cumplir los 68 muy pronto, talvez podría ser algún aporte a la investigación(actualmente soy profesor de historia pensionado)